Ruta realizada el 16 de julio de 2025
4 personas a pie
Distancia: 6,78 km
Desnivel positivo: 89 m
Desnivel negativo: 89 m
Altitud máxima: 62 m
Altitud mínima: 0 m
Tipo de ruta: Circular
Adjunto vínculo a Wikiloc:
La ruta fue un recorrido pensado para descubrir Cefalù empapándose del ambiente mediterráneo, caminando entre historia, arquitectura, miradores y callejones, y terminando junto al mar.
Aprovechando los días que pasamos en Sicilia, decidimos dedicar una mañana a conocer Cefalù, con ganas de callejear. La idea era tener una visión general del casco antiguo y recorrer el paseo marítimo, y dado el intenso calor que ya apretaba desde bien temprano, habiamos decidido dejar la ascensión a la Rocca para otra ocasión. La ciudad estaba abarrotada, como suele ocurrir en julio, sobre todo en la zona de playas. Aun así, Cefalù conserva un aire encantador que sobrevive incluso al turismo masivo. Su silueta, encajada entre el mar Tirreno y el promontorio rocoso que la define, es sencillamente espectacular. Dejamos el coche en el aparcamiento junto a la estación de tren de Cefalù. Nos costó 1 euro la hora. Desde ahí mismo comenzamos la ruta, cruzando por una avenida que nos llevó directamente al Monumento ai Caduti, un pequeño espacio de homenaje con un aire melancólico, entre parterres y palmeras. Se encuentra ubicado en la Villa Comunale, en la Piazza Regina Margherita. Fue inaugurado el 4 de noviembre de 1932 y su elemento más destacado es una estatua de bronce de una mujer alada, que simboliza la Victoria con la palma del martirio. A pocos metros se encuentra la Chiesa Madonna della Catena, un templo discreto que se asoma a una placita poco transitada.
Sin demorarnos demasiado, decidimos adentrarnos en el corazón del casco histórico, siguiendo una escalera ascendente que nos condujo a una red de callejuelas empedradas. Pronto llegamos a un punto de información sobre la ruta de ascenso a la Rocca. Hoy no era el día, pero tomamos nota mental para una futura visita. La Rocca di Cefalù es una prominente formación rocosa que domina la ciudad. Es un símbolo de la ciudad, visible desde cualquier punto y con importantes vestigios históricos. En su cima se encuentran los restos de un castillo medieval, y a media ladera, el Templo de Diana, una construcción megalítica del siglo IX a.C. La senda nos llevó hasta un mirador orientado al entorno costero de Cefalù. El mar, brillante y calmo, contrastaba con las fachadas apretadas que se escalonaban hacia el mar. Seguimos por Vicolo Saraceni, un callejón que recorre la ladera del monte y ofrece vistas parciales pero muy agradables de la ciudad. Luego tomamos unas escaleras a la derecha, conectando con Vicolo della Grotta, que serpentea entre casas con ropa tendida y macetas de geranios. Esta calle, elevada respecto al centro urbano, ofrece varios miradores intermedios.
Desde uno de ellos alcanzamos a ver la Catedral de Cefalù, dominando la escena. Era el punto más alto de nuestra ruta, a 62 metros sobre el nivel del mar. La bajada nos llevó directamente al entorno del Duomo. Primero lo vimos desde el sur, luego entramos al interior. Se respiraba frescor entre las columnas normandas. Recorrimos el pórtico oeste y rodeamos el templo, pasando por el Oratorio del Santísimo Sacramento y llegando finalmente a la Piazza Duomo, donde las terrazas estaban ya abarrotadas de turistas con gafas de sol y copas de granizado. La catedral de Cefalú, uno de los máximos exponentes del arte normando en Sicilia, fue mandada construir en 1131 por el rey Ruggero II con la intención de convertirla en panteón real, aunque finalmente esta función se reservó a la catedral de Palermo. A lo largo de los siglos, su estructura sufrió importantes modificaciones arquitectónicas que le confieren una notable mezcla de estilos. En 2015 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como parte del conjunto "Palermo árabe-normando y las catedrales de Cefalú y Monreale". De planta basilical de cruz latina, con tres naves y columnas de granito, la catedral se distingue por sus dos campanarios, sus techumbres de madera con influencia árabe y sus impresionantes mosaicos bizantino-normandos, entre ellos el célebre Pantocrátor. El claustro, originalmente al norte, fue reformado tras un incendio y cambios urbanísticos. Diversos grupos de escultores, principalmente de Puglia, dejaron su huella en capiteles, ménsulas y elementos litúrgicos.
Desde allí seguimos hacia la Chiesa dell’Itria, en una zona menos transitada, y luego nos asomamos a otro mirador, orientado hacia el este, con vistas a las calas que salpican la costa. Era el punto más oriental del trazado. Cerca de un mapa turístico giramos a la derecha, entrando en la Via Pierre, una calle discreta que nos llevó a un acceso a la costa rocosa. Desde allí avistamos un sendero labrado en la roca, que nos propusimos recorrer más adelante. Pero antes seguimos por la Via Porpara, donde encontramos una fuente pública y aprovechamos para refrescarnos. El sol caía a plomo y las sombras escaseaban. Volvimos a internarnos entre las callejuelas y fuimos en dirección al Bastión Constanza, una antigua construcción defensiva que hoy funciona como mirador. Desde allí descendimos al tramo más singular del recorrido: un sendero costero labrado en la roca, que transcurre pegado al mar, con tramos estrechos y otros más anchos, siempre espectaculares. A mitad del recorrido costero pasamos cerca del Porticciolo dei pescatori. Continuamos hasta el final del sendero, entrando en la Punta del espigón, un saliente rocoso que nos ofreció otra perspectiva de la ciudad, con la cúpula de la catedral sobresaliendo entre tejados rojos. Desde allí descendimos a la Spiaggia del Porto Vecchio, una pequeña playa urbana de aguas tranquilas.
Ahora sí, cruzamos el pórtico de pescadores, una galería de arcos que da paso a la Via Vittorio Emanuele, una de las arterias principales del casco antiguo. Aunque podíamos seguir recto, decidimos callejear un poco más, girando a la izquierda y perdiéndonos de nuevo en el laberinto de callejones. Llegamos al Museo Arqueológico Mandralisca, aunque no entramos por falta de tiempo. Salimos al Corso Ruggero, otra vía principal, y enseguida nos encontramos con la Chiesa del Purgatorio, un templo con escalinata. Desde allí tomamos de nuevo dirección a la Via Vittorio Emanuele (abarrotada de turistas), en cuya parte más baja hay un mirador que da a las casas de los pescadores. Llegamos al punto de información del Lavadero medieval. Bajamos a verlo: el lavadero medieval se conserva en buen estado, con canales de agua dulce que discurren bajo arcos de piedra. Tras esa visita, desandamos la calle principal hasta que cruzamos la Porta Osuna, una de las antiguas puertas de acceso, y salimos definitivamente del casco histórico.
Desde ahí comenzamos a recorrer el paseo marítimo de Cefalù, que avanza paralelo a la playa, con tramos de paseo de madera, otros de acera urbana, y muchos bares y restaurantes. A mitad de trayecto hay un mirador con magníficas vistas de la ciudad, la Rocca y toda la playa, donde el bullicio de sombrillas y toallas nos recordó que era temporada alta. Finalmente alcanzamos la Spiaggia di Cefalù, donde decidimos parar. Buscamos un hueco, nos quitamos las sandalias y nos lanzamos al mar. El agua estaba clara, con algo de oleaje, y nos vino de maravilla para refrescarnos. Tras un buen rato de baño y relax, emprendimos el regreso por el mismo paseo marítimo, cerrando la circular en el aparcamiento donde habíamos empezado.
Esta ruta, aunque sencilla y sin dificultad técnica (es un paseo costero), tiene un valor especial por la variedad de escenarios que atraviesa: desde miradores elevados hasta senderos costeros, callejuelas sombrías, templos románicos, playas urbanas y rincones llenos de historia. Cefalù se nos presentó como una ciudad que, pese a su fama y su afluencia turística, conserva todavía cierta autenticidad en los detalles.
Dejo el mapa de la ruta