Ruta realizada el 16 de julio de 2025
4 personas a pie
Distancia: 5,67 km
Desnivel positivo: 460 m
Desnivel negativo: 460 m
Altitud máxima: 2.173 m
Altitud mínima: 1.741 m
Tipo de ruta: Circular
Tiempo en movimiento: una hora 59 minutos
Tiempo: 2 horas 54 minutos
Fecha de subida
21 de julio de 2025
La finalidad de la ruta era descubrir una cara menos transitada y más salvaje del Etna, en un entorno volcánico imponente, con vistas al Valle del Bove y a la costa este de Sicilia, recorriendo un paisaje espectacular, solitario y cambiante, que culmina en el mirador natural junto a la Grotta di Serracozzo.
Adjunto vínculo a Wikiloc:
Aprovechamos los días que pasamos en Sicilia para conocer a fondo el Etna, ese coloso volcánico que domina el paisaje del este de la isla. Por la mañana habíamos realizado una ruta por la cara sur, en donde seguimos el típico recorrido guiado. Aunque las vistas eran impresionantes, el ritmo de la ruta se sentía más encorsetado, y bastante masificado. Queríamos dedicar la tarde a una ruta corta y sencilla por la zona: el ascenso desde el Refugio Citelli al Valle del Bove pasando por la Grotta di Serracozzo. Nos dirigimos hacia el Refugio Citelli por una carretera estrecha y sinuosa que se va encaramando por la ladera del Etna. A unos metros antes de llegar al refugio, encontramos un pequeño espacio donde aparcar el coche, suficiente para dos o tres vehículos, justo al lado del monte Concazza. Desde ahí comenzamos la ruta, ya a media tarde, con las sombras alargándose sobre el terreno volcánico y una brisa que aliviaba ligeramente el calor acumulado del día. El sendero, bien marcado y cómodo en sus primeros compases, nos llevó entre bosques y tramos abiertos hasta un curioso refugio al aire libre construido con piedras. Poco después llegamos a un cruce donde comenzaba el tramo circular de la ruta. Elegimos la senda de la derecha.
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Sendero ascendente |
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Pequeño refugio |
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Cruce e inició de tramo circular |
No tardamos en darnos cuenta de que el paisaje cambiaba radicalmente. Comenzaban a aflorar con más claridad los rastros del origen volcánico de la zona. Poco después alcanzamos la Colada de 1928. A medida que nos adentrábamos en ella, el terreno se volvía más áspero, con capas de lava solidificada intercaladas con tramos de vegetación resistente, que parecía aferrarse con uñas y dientes al suelo negro. La vista del Etna desde este ángulo, completamente despejada, era sobrecogedora. Tocaba ascender. Lo hicimos siguiendo una vía sobre la colada, una especie de camino de arena negra y fina, transitable pero exigente. El calor, que no daba tregua, y la pendiente constante, hacían que cada paso costara el doble. A mitad del ascenso, pasamos junto a una pequeña cueva o grieta.
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Collado volcánico |
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Colada de 1928 |
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Grieta |
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Vistas de crater |
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Vistas del Etna |
Superado el tramo más duro, tomamos un sendero en ascenso que se volvía más suave, y comenzamos a caminar en paralelo a las bocas de la erupción de 1928, conocidas como Bocche di 1928. Desde aquí se abrían vistas espectaculares de la costa este de Sicilia, con Taormina recortándose en el horizonte. La luz de la tarde dotaba al paisaje de una calidez envolvente. Continuamos por un antiguo río de lava ahora solidificado, testimonio silente del flujo que en su día arrasó este flanco del Etna. Poco después alcanzamos el paso alto de la Serre de la Concazze.
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Vistas de Taormina |
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Ascenso por la Colada |
Aquí el sendero se elevaba y, de pronto, como si se descorriera un telón, apareció ante nosotros el Valle del Bove. La vista era impresionante, de esas que se graban en la retina. El valle, una cuenca de origen volcánico de 7 por 4,5 kilómetros, es una especie de desierto lunar modelado por siglos de coladas y erupciones. Su historia geológica es compleja: formaciones por derrumbamientos de flancos, depósitos de origen piroclástico y un suelo erosionado y transformado durante milenios. Es uno de los lugares más impactantes del Etna y, probablemente, uno de los menos conocidos por quienes se quedan en la cara sur. Seguimos avanzando por un senderito de cresta, siempre con el Valle del Bove a nuestra derecha y las vistas del mar y la costa a nuestra izquierda. Este tramo fue el más espectacular de todos. Caminábamos casi en silencio, conscientes de la belleza del entorno y de la suerte de estar allí solos. Las caídas eran pronunciadas: no apto para agorafóbicos ni para quienes sufren de vértigo.
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Valle del Bove |
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Valle del Bove |
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El sendero comenzaba a descender, aunque de forma irregular, con algunos repechos. Las vistas del valle desde este ángulo norte eran diferentes a las que vimos por la mañana, pero igualmente estremecedoras. Pasamos por un mirador natural donde nos detuvimos largo rato. Era nuestra última oportunidad de disfrutar del paisaje antes de iniciar el regreso. Giramos a la izquierda siguiendo una senda que se alejaba del valle y comenzaba a descender de forma pronunciada. El terreno de arena volcánica permitía avanzar con rapidez deslizándonos cuesta abajo. Era divertido, aunque requería cierta precaución para evitar resbalones. Llegamos a la Grotta di Serracozzo, una cueva volcánica excavada por la acción de la lava. Decidimos no entrar, pero nos detuvimos en el entorno para observar la depresión volcánica en la que se asienta. Desde ahí se apreciaba la grandeza del paisaje en el que estábamos inmersos.
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Descenso por sendero de grava |
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Grotta di Serracozzo |
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Pradera de la Grotta di Serracozzo |
El descenso continuó cruzando varios antiguos ríos de lava secos. Ya cerca del final del tramo circular, nos vimos rodeados de paisajes volcánicos salpicados de vegetación. Los últimos rayos de sol teñían de rojo y dorado la arena negra, creando un contraste de lo más sugerente. Cerrábamos así la ruta circular, volviendo sobre nuestros pasos por el sendero inicial hasta llegar de nuevo al aparcamiento junto al monte Concazza.
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Ladera |
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Río de lava |
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Río de lava |
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Sendero de grava volcánica |
Esta ruta, aunque corta en distancia, ofrece una experiencia intensa, variada y profundamente evocadora. Si por la mañana habíamos conocido el Etna más turístico y transitado, por la tarde nos habíamos adentrado en su cara más salvaje y solitaria. No encontramos a nadie en todo el recorrido. Todo lo que nos rodeaba eran coladas de lava, viento, silencio y un paisaje que parecía sacado de otro planeta.
Dejo el mapa de la ruta.