Ruta 172 - Sicilia. Agrigento. Valle de los Templos

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Ruta realizada el 16 de julio de 2025

4 personas a pie

Distancia: 5,38 km

Desnivel positivo: 58 m

Desnivel negativo: 58 m

Altitud máxima: 121 m

Altitud mínima; 55 m

Tipo de ruta; Circular

Tiempo en movimiento: una hora 46 minutos

Tiempo: 2 horas 23 minutos

Fecha de subida: 18 de julio de 2025


La ruta por el Valle de los Templos busca conectar al visitante con la grandeza de la civilización griega en Sicilia. A través de un recorrido planificado al atardecer y regreso nocturno, permite admirar los templos bajo distintas luces, vivir la historia entre ruinas milenarias, esculturas modernas, y paisajes agrícolas. Es una experiencia cultural, sensorial y espiritual que revela el esplendor antiguo en un entorno natural y arqueológico único.






Adjunto vínculo a Wikiloc:


https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/sicilia-agrigento-valle-de-los-templos-222503009


No es fácil describir la sensación que produce caminar por el Valle de los Templos de Agrigento. Se trata de caminar por un mundo antiguo que aún respira bajo el sol siciliano. La colonia de Acragante se comenzó a construir a partir del año 580 a. C. en el territorio que se conoce como la Magna Grecia, todos los templos del valle fueron construidos con posterioridad a esta fecha. La «zona arqueológica de Agrigento» está considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1997 y es uno de los principales destinos turísticos de la isla; comprende el parque arqueológico del Valle de los Templos y otros vestigios situados sobre la acrópolis y en diversos lugares de la ciudad. El término Valle de los Templos es equívoco, dado que más que un valle, las construcciones se asientan en una crestería en las montañas que rodeaban la ciudad por el sur. Comprende una amplia zona sagrada en la parte sur de la antigua ciudad donde se construyeron, durante los siglos VI y V a. C., siete templos griegos monumentales hexástilos en estilo dórico. Actualmente excavados y en parte restaurados, constituyen parte de los edificios griegos más antiguos y mejor conservados fuera de la propia Grecia. Los templos mejor conservados son dos edificios muy parecidos, atribuidos tradicionalmente a las diosas Juno Lacinia y Concordia (aunque los arqueólogos creen que esta atribución es incorrecta). Ambos fueron construidos según un diseño períptero hexástilo


Llegamos a las 20:00 al aparcamiento Giunone -zona oriental- (4.10 € la estancia). Es una zona calurosa y la ruta es lineal y al descubierto. En todo caso, tratamos que la ruta fuera lo mas circular posible, usando ramales o caminos secundarios entre los templos. La idea es que la ida coincidiese con el atardecer para ver los templos con luz solar y el regreso ya de noche, con iluminación artificial. Desde este punto se inicia un paseo descendente de unos dos kilómetros por una vía arqueológica que atraviesa el corazón del valle. A ambos lados del sendero, las ruinas se suceden. El calor aprieta en Sicilia, pero cada vez menos en la medida qe cae el sol. Para aprovechar al máximo la visita, bajamos por la derecha del valle, para regresar por la zona de a izquierda. No muy lejos se ocultan las Catacumbas Paleocristianas, una red de galerías excavadas por los primeros cristianos, probablemente perseguidos. No es una visita larga ni especialmente espectacular, pero aporta una dimensión distinta al conjunto: bajo los templos paganos, los cristianos enterraban a sus muertos y celebraban en secreto sus ritos.







Nos topamos de bruces con "Icaro Caido", una escultura relativamente moderna que es muy popular entre los turistas, que hacen cola para fotografiarlo con el Templo de la Concordia de fondo. Fue creada en 2011 por el escultor polaco Igor Mitoraj. Representa al joven mitológico tras su caída, con extremidades mutiladas como símbolo de su trágico final. Ícaro, hijo de Dédalo, desobedeció las advertencias de su padre al volar demasiado alto, y el sol derritió la cera de sus alas. Mitoraj, conocido por fusionar arte clásico con sensibilidad contemporánea, mutila sus figuras deliberadamente para evocar ruinas atemporales.  Apenas un centenar de metros más adelante aparece, en mitad del camino, el Templo de la Concordia (C), el más emblemático del parque, y profundizaremos en él en la fase de regreso. A esta altura, por la derecha nos encontramos un rebaño de cabras girgentanas. Es una raza específica, el único animal autóctono de Sicilia y tiene su origen en la cabra Markhor, cabra nativa del norte de Afganistán y de Beluchistán. Importadas probablemente por los griegos que se encuentran en los alrededores de Agrigento. Lo que las hace especiales es sobre todo su cornamenta retorcida; su pelo es espeso, largo y blanco, a veces con manchas







Más adelante, a la derecha, entre olivos y piedras dispersas, encontramos los restos del Templo de Heracles (A), el más antiguo del parque. Solo se conservan ocho columnas en pie, bastante erosionadas, pero suficientes para intuir la grandiosidad de la estructura original. Según la tradición, estaba dedicado al semidiós griego protector de la ciudad.






El paseo continúa hacia uno de los puntos más curiosos del conjunto: las ruinas del Templo de Zeus Olímpico (B). Aquí no queda casi nada en pie, pero lo que se intuye da una idea de su escala descomunal. Fue uno de los templos más grandes del mundo griego, aunque nunca llegó a completarse. Entre sus piedras esparcidas se encuentra un coloso tumbado: es uno de los telamones, gigantes de piedra de casi ocho metros que servían como columnas esculpidas con forma humana. Uno de ellos yace en el suelo, boca arriba, con una expresión que parece retar al tiempo. 









Nos desviamos unos metros para explorar el Santuario de las Divinidades Ctonias (G), un espacio más modesto en apariencia, pero fascinante por su significado. Aquí se rendía culto a las diosas del inframundo, como Deméter y Perséfone. Es una zona más dispersa, menos monumental, pero cargada de simbolismo. Entre las ruinas hay restos de pequeños templos, altares, bases de estatuas, y canales rituales para libaciones. No es difícil imaginar procesiones nocturnas, cantos antiguos y la reverencia a lo invisible. Al llegar a la zona más alejada del inicio permitida para el tránsito, nos topamos con un desvío que lleva a el Jardín de la Kolymbethra. Es un pequeño oasis agrícola en medio del valle, gestionado con mimo por el FAI (Fondo Ambiente Italiano). En el corazón del Valle de los Templos, es un exuberante huerto siciliano de cítricos, olivos y almendros, con gran valor histórico y arqueológico. Se sitúa entre los templos de Cástor y Pólux y Vulcano. Antiguamente fue una piscina griega construida por esclavos cartagineses, más tarde transformada en criadero de peces y, con la llegada árabe, en fértil vergel de árboles frutales.







Poco después nos encontramos con uno de los templos más fotografiados, aunque en realidad es más una postal que un monumento auténtico. Hablamos del Templo de los Dióscuros (H), también llamado de Cástor y Pólux. Lo que se ve hoy –cuatro columnas en ángulo recto sobre una base clásica– es una reconstrucción romántica del siglo XIX, hecha a partir de fragmentos hallados en la zona. Aun así, se ha convertido en el emblema del valle, quizá por su fotogenia y su aire nostálgico, como un decorado bien calculado que rinde homenaje al esplendor perdido.






Desde aquí, toca regresar al puntp de partida, ya de noche y con luz artificial, pero el lado de la izquierda del Valle, en el que nos habíamos dejadop algunos puntos de interés por ver. Es el caso de la Villa Aurea. En el comienzo del siglo XX, el capitán Inglés Alexander Hardcastle se enamoró de las ruinas de Agrigento. Acertó al adquirir una villa con una ubicación ideal entre el Templo de Hércules y el de la Concorde. Lugar de ubicación más que idílica en lo alto, dominando el mar. Fue él quien le dio el nombre de "Villa Aurea". Este ex oficial de la marina inglesa se involucró financieramente en excavaciones arqueológicas y consiguió la recuperación de las columnas del Templo de Hércules. Se le reconoce por su contribución a la arqueología y su busto reina delante de su villa, convertida en sede de las oficinas del parque arqueológico, y que no se visita.








Nos encontramos de nuevo con el Templo de la Concordia (C), el más emblemático del parque. Su silueta es perfecta. Sus proporciones, casi ideales. Si uno tuviera que imaginar un templo griego clásico, lo vería así: columnas dóricas alineadas, un frontón triangular y una elegancia sobria. El secreto de su excelente conservación está en una transformación: en época cristiana fue convertido en iglesia, lo que le salvó de la destrucción. No hay palabras para describir lo que se siente al estar ante algo que ha desafiado terremotos, guerras y siglos de abandono.





Ahora  sí, nos detenemos y rodeamos el Templo de Hera (D), también conocido como el Templo de Juno. Está en lo alto de una colina. No quedan muchas partes intactas, pero aún se conserva casi toda la columnata perimetral, y su orientación permite que la luz lo acaricie de forma muy especial al amanecer y al atardecer. Nosotros nos centramos en este punto en la parte final de regreso, ya con iluminación artificial, que le da otro aire.





En todo momento la ruta está bien señalizada, con letras asociadas a cada templo, paneles informativos, y caminos amplios y accesibles. Hay fuentes, pero pocas, así que conviene llevar agua. En verano, el calor puede ser intenso, pero si uno lo toma con calma y empieza temprano, es perfectamente asumible. La sombra es escasa, y los bancos no abundan, pero basta con detenerse a mirar para sentir que todo esfuerzo tiene recompensa.


Dejo el mapa de la ruta





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