Ruta realizada el 16 de julio de 2025
4 personas a pie
Distancia: 10,36 km
Desnivel positivo: 995 m
Dificultad técnica: Moderado
Desnivel negativo: 995 m
Altitud máxima: 2.901 m
Altitud mínima: 1.913 m
Tipo de ruta: Circular
Tiempo en movimiento: 2 horas 53 minutos
Tiempo: 5 horas 27 minutos
La finalidad de esta ruta era vivir en primera persona la experiencia de caminar sobre un volcán activo, atravesando paisajes extremos y únicos como la colada de lava de 2002, los cráteres Barbagallo o el sobrecogedor Valle del Bove. Aprovechamos la ruta guiada para explorar con seguridad la cara sur del Etna, ascender hasta la Torre del Filosofo y comprender la magnitud e historia geológica de este coloso siciliano.
Adjunto vínculo a Wikiloc:
Esta es una ruta a la que le teníamos muchas ganas desde que empezamos a preparar el viaje a Sicilia. No todos los días se tiene la oportunidad de caminar por las laderas de un volcán activo, en uno de los paisajes más sobrecogedores del Mediterráneo. Pero el Etna no es un monte cualquiera: es un coloso vivo, que ruge, lanza humo, y recuerda a cada paso que es él quien impone las normas. Por eso, las autoridades locales recomiendan (y lo obligan a partir de los 2900 metros) que se realice con guías autorizados, al menos en su vertiente sur y en los tramos cercanos a los cráteres activos. Contratamos la actividad con una agencia especializada, lo que nos implicó el realizar el primer tramo en funicular, desde el Refugio Sapienza hasta la estación junto al monte Montagnola, salvando unos 500 metros de desnivel en apenas dos kilómetros. En 15 minutos alcanzamos los 2500 metros de altitud. A partir de ahí, comenzó la caminata guiada, siempre siguiendo el ritmo del grupo y sin posibilidad de salirse del trazado establecido. Había bastante gente, muchos grupos moviéndose en paralelo, y en ciertos puntos -los más espectaculares, por supuesto-, se notaba una cierta masificación. Aun así, nada lograba empañar la experiencia: el lugar es único y la energía que desprende el Etna es de esas que se te queda marcada.
Iniciamos la caminata por un sendero de grava negra de origen volcánico. Era pronto y el aire se mantenía fresco. Ya desde los primeros pasos nos llamaron la atención unas pequeñas criaturas que parecían fuera de lugar en ese entorno tan árido: mariquitas. Muchas. Esta zona, aparentemente hostil, ha sido colonizada por ellas, que han encontrado un ecosistema favorable donde apenas compiten con otras especies. Un pequeño milagro de adaptación en un mar de ceniza. Pronto nos adentramos en la colada de lava de la gran erupción de 2002. El paisaje era de otro mundo: flujos solidificados, cráteres laterales desperdigados y senderos retorcidos que la lava había trazado a su antojo. Tras unos cuarenta minutos de caminata pausada, alcanzamos una zona de cañones excavados bajo la lava, a unos 2700 metros de altura. Las paredes, oscuras y afiladas, formaban pasillos naturales por los que avanzábamos con cierta reverencia, conscientes del poder geológico que había esculpido ese escenario.
Conforme ascendíamos, el esfuerzo se notaba más: la pendiente era considerable y el terreno, de grava suelta, obligaba a avanzar con zancadas medidas. Cada cierto tiempo, alguna explosión lejana nos hacía levantar la vista hacia la cumbre, donde el Etna expulsaba nubes de humo grisáceo con un retumbar. Desde aquí ya se vislumbraba la cima, pero hasta allí no podíamos llegar: el monitoreo volcánico lo impide por seguridad. Sin embargo, nos permitieron hacer una parada prolongada en el punto más alto del recorrido: la Torre del Filosofo, a 2900 metros. Allí, junto a los restos de una antigua construcción científica y a la colada de 2019, hicimos un alto de media hora para comer algo, hidratarse y contemplar las vistas.
Llegamos al entorno de los cráteres Barbagallo, formados también durante la erupción de 2002. Primero pasamos junto al cráter norte y luego bordeamos el sur, asomándonos con precaución a sus bordes. Desde este punto privilegiado, podíamos distinguir el cono de la erupción de 2003 y buena parte del complejo sistema de cráteres del Etna. Las fumarolas no cesaban y el ambiente olía a azufre, recordándonos que, aunque el guía nos contara anécdotas o el grupo se relajara, seguíamos pisando un volcán vivo. El viento, a ratos, era fuerte, obligándonos a protegernos con un cortavientos. Iniciamos un descenso pronunciado por una ladera de grava volcánica suelta, que permitía casi deslizarse con cada paso. En pocos minutos bajamos desde la cima del crater hasta una planicie conocida como el Piano del Lago. Allí, bajo una capa fina de ceniza, aparecían manchas de nieve. El contraste entre el blanco helado y el negro volcánico era, una vez más, desconcertante y hermoso.
Continuamos hasta asomarnos al Valle del Bove, uno de los grandes platos fuertes de la jornada. Desde el mirador natural en el que nos detuvimos, la vista era colosal: un cráter enorme, de forma de herradura, cuyas paredes descendían centenares de metros y cuyo fondo estaba completamente cubierto por coladas de lava recientes. Según nos explicó el guía, el Valle del Bove es una depresión de 7 x 4,5 km, originada por una serie de colapsos del flanco oriental del volcán, ocurridos durante el Holoceno. La primera gran fase de derrumbe se ha datado entre el 7478 y el 7134 a.C., y desde entonces, nuevas erupciones han ido modelando y rellenando el fondo del valle. Hoy en día, el Valle del Bove se presenta como un desierto de lava, con paredes de hasta 1000 metros de altura en algunos puntos, un perímetro de más de 18 kilómetros y una superficie de 37 km². Desde nuestra posición, distinguíamos el Monte Calanna en el extremo oriental, aislado como una isla dentro de ese mar negro. A su lado, el Salto della Giumenta, una pendiente abrupta interrumpida por las coladas de 1991-1993. El lugar nos impresionó de tal manera que por la tarde, y este mismo día realizamos una segunda ruta por esta zona del Valle del Bove, ya a nuestro aire. Adjunto vínculo de Blog y a Wikiloc
https://amsenderismo.blogspot.com/2025/07/ruta-151-sicilia-etna-este-valle-de.html
Antes de regresar al funicular, aún pasamos por otros puntos destacados del itinerario: la Cisternazza, situada a 2564 metros, que no es un cráter lateral como los demás, sino una depresión distinta, y la ladera del Monte Escriva, con parajes que parecían verdaderamente lunares. Fue un tramo más tranquilo, ideal para ir digiriendo todo lo vivido. Finalmente, alcanzamos de nuevo la estación Montagnola y, en un viaje breve, el funicular nos llevó de vuelta al Refugio Sapienza. Allí dimos por terminada esta ruta que, sin duda, quedará entre los momentos más memorables de nuestra visita a Sicilia.
La senda en sí misma, aunque limitada por la presencia de guía, está bien definida y transcurre en gran parte por trazados pisados y seguros, aunque no exentos de esfuerzo. El terreno de grava volcánica puede resultar resbaladizo tanto en la subida como en la bajada, y el viento es un factor a tener en cuenta. Es una caminata que exige atención, pero que recompensa con creces el esfuerzo. El ritmo del grupo, pensado para que nadie se quede atrás, permite disfrutar del entorno, aunque puede resultar lento para quienes están acostumbrados a moverse más rápido. Aun así, el trazado es de los que se graban en la memoria.
Estadísticas de la ruta: Distancia: 10,36 km (de los cuales 4 km aprox. corresponden al funicular) Desnivel positivo: 995 m (unos 500 m aprox. con funicular) Desnivel negativo: 995 m (idem) Altitud máxima: 2.901 m Altitud mínima: 1.913 m Tipo de ruta: Circular Tiempo en movimiento: 2h 53min Tiempo total: 5h 27min Fecha: 21 de julio de 2025
Dejo el mapa de la ruta.