Ruta 175 - Sicilia. Siracusa. Complejo arqueológico de Aneapolis e Isla de Ortigia

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Ruta realizada el 22 de julio de 2025

4 personas a pie

Estadísticas de la ruta

Distancia: 11,68 km

Desnivel positivo: 110 m

Dificultad técnica: Moderado

Desnivel negativo: 110 m

Altitud máxima: 41 m

Altitud mínima: 2 m

Tipo de ruta: Circular

Tiempo en movimiento: 3 horas 21 minutos

Tiempo: 6 horas 14 minutos


La ruta circular por Siracusa ofrece un recorrido fascinante que combina la riqueza arqueológica del Parque de Neápolis con el encanto histórico y costero de la isla de Ortigia. A pesar del intenso calor, se descubre la grandeza de teatros, anfiteatros, cuevas legendarias y fortalezas medievales, terminando con un paseo por calles barrocas y vistas al mar. Un día inolvidable entre historia, cultura y naturaleza mediterránea.





Adjunto vínculo a Wikiloc:


https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/sicilia-siracusa-complejo-arqueologico-de-aneapolis-e-isla-de-ortigia-223084770


Siracusa nos recibe a primera hora con un sol implacable: el calor aprieta desde bien temprano, con temperaturas que rozan los 40 grados y pocas sombras a lo largo del recorrido, salvo en el corazón del casco antiguo de Ortigia. Pero las ganas de descubrir esta joya del Mediterráneo, cuna de civilizaciones y hogar de Arquímedes, nos impulsan a comenzar una ruta circular tan exigente como fascinante. Iniciamos la caminata en las afueras del Parque Arqueológico de Neápolis, donde accedemos por la zona de tenderetes. Desde allí ya se vislumbra la entrada principal, donde se compran los tickets (los menores entran gratis y los estudiantes disfrutan de tarifa reducida). Una vez dentro, nos adentramos en uno de los complejos arqueológicos más importantes de Italia, una ventana directa al pasado helénico y romano de la ciudad. Neápolis, la “ciudad nueva”, floreció durante el siglo III a. C. bajo el tirano Hierón II, quien impulsó grandes obras públicas tras la Primera Guerra Púnica. La senda que seguimos es amplia y bien señalizada. A nuestra izquierda se alza el monumental Ara di Ierone, el altar de Hierón II, considerado el mayor de la Antigüedad. Con casi 200 metros de largo, se utilizaba probablemente para sacrificios rituales dedicados a Zeus Eleutherios. Hoy sólo se conserva su base, pues gran parte de sus piedras fueron reutilizadas siglos después por los españoles en las fortificaciones de la ciudad.






En una bifurcación nos encontramos con una elección: a la izquierda, el teatro griego y la Grotta del Ninfeo; a la derecha, la Oreja de Dionisio, la Latomia del Paraíso y la Grotta dei Cordari. Optamos por visitar primero el teatro, uno de los grandes tesoros de Siracusa. El Teatro Greco impresiona incluso en ruinas. Excavado en la roca, con 67 filas de asientos distribuidas en 9 secciones y 8 pasillos radiales, fue uno de los mayores del mundo griego. Todavía conserva parte de la escena y las gradas, modificadas en época romana para incluir espectáculos diferentes. Desde lo alto se disfrutan vistas magníficas del mar y de las colinas que rodean Siracusa. Justo encima del teatro se encuentra la Grotta del Ninfeo, una gruta artificial con una fuente alimentada por los antiguos acueductos Galermi y Ninfeo. En su interior hay una cuenca rectangular que recoge el agua, creando un ambiente fresco y misterioso. Según se cree, esta cueva era un santuario de las musas, donde los actores se reunían antes de las representaciones. La presencia de edículos votivos tallados en la entrada da fe del culto que allí se rendía.








Volvemos a la bifurcación y tomamos el otro camino. Nos adentramos en la Latomia del Paraíso, una antigua cantera de caliza transformada en prisión. Allí se encuentran tres cuevas destacadas: la Grotta del Salnitro, la Grotta dei Cordari (ligada al antiguo gremio de los cordeleros) y la más famosa, la Oreja de Dionisio. Esta última es una cueva de 23 metros de altura y 65 de profundidad, con una acústica asombrosa gracias a su forma de oreja humana. Fue el pintor Caravaggio quien la bautizó con ese nombre en 1586, inspirado por la leyenda del tirano Dionisio I, que supuestamente espiaba a los prisioneros allí encerrados aprovechando su eco natural. Ya sea verdad o mito, no cabe duda de que la cueva fascina tanto por su forma como por el sonido que reverbera en su interior. Cerca de la Grotta dei Cordari encontramos obras contemporáneas como "Osiris durmiendo", "Torso", "Nacimiento de Venus" o "Iron Shadows", que nos sorprenden en medio de la arqueología clásica. Apreciamos el contraste de lo moderno y lo antiguo, unidos en un mismo espacio de reflexión.















Seguimos por la senda hasta el Anfiteatro Romano, otra joya del parque. De forma elíptica, medía 140 por 119 metros y su arena central 69 por 39. Parte de las gradas fue excavada directamente en la roca y otra construida con bloques de caliza. Albergaba pasillos subterráneos y sistemas para mover la escenografía, además de una zanja central que probablemente servía para exhibiciones con animales o espectáculos acuáticos. Hoy, aunque en parte destruido, todavía deja entrever su grandiosidad.










Dejamos atrás el Parque de Neápolis y cruzamos la ciudad por recto hacia el centro, pasando por el Foro Siracusano. Esta zona ajardinada fue en la antigüedad el ágora griega y después el foro romano. Actualmente se conocen como "los villini" y conservan restos como columnas, pavimentos y tramos de calzada. En su día incluso albergó el primer campo de fútbol de Siracusa. La ruta continúa por Corso Umberto I hasta el Ponte Umbertino, que conecta el continente con la isla de Ortigia. Desde allí divisamos el Ortea Palace Luxury Hotel, un antiguo edificio reconvertido en hotel de cinco estrellas. Atravesamos el puente y caminamos junto al puerto hacia el espigón. Subimos a la muralla y disfrutamos de unas vistas espléndidas de la costa, el puerto y las cúpulas barrocas que asoman por encima de los tejados de Ortigia.









Desde el Forte San Giovanello, con sus vistas privilegiadas, bajamos hacia una zona de baño junto a la muralla. El calor aprieta, así que no desaprovechamos la ocasión y nos damos un breve chapuzón en aguas cristalinas. Luego seguimos hasta el Forte Vigliena, desde donde se contempla a lo lejos el Castello Maniace, destino próximo. Siguiendo la ruta costera, pasamos junto a la Playa de Ortigia, con mucha afluencia El Castello Maniace, construido entre 1232 y 1240 por orden de Federico II, se alza en el extremo sur de Ortigia. Aunque ya existía una fortaleza anterior edificada por el general bizantino Jorge Maniakes en 1038, esta construcción medieval fue clave en la defensa de la ciudad durante siglos. Residencia real, prisión, fortaleza… su historia está marcada por episodios como la Guerra de las Vísperas Sicilianas o la explosión que lo dañó gravemente en 1704. Hoy se puede visitar y caminar por sus murallas con vistas abiertas al mar Jónico.

















Tras abandonar el castillo, ascendemos lentamente hasta la Fonte Aretusa, un manantial de agua dulce muy cercano al mar, que alimenta un pequeño estanque de papiros. Según la mitología, aquí emergió la ninfa Aretusa tras escapar de las aguas del Alfeo. Muy cerca se encuentra el mirador con vistas al puerto, donde hacemos una pausa para refrescarnos. Seguimos hasta uno de los puntos más destacados de Ortigia: la Catedral de Siracusa. Este majestuoso edificio fue originalmente un templo griego dedicado a Atenea, y aún conserva columnas dóricas en su estructura lateral. Tras el terremoto de 1693, fue reconstruido por Andrea Palma en estilo barroco siciliano. Su fachada, con columnas compuestas, molduras decorativas y esculturas religiosas, refleja el dramatismo del barroco tardío. En el interior, la luz filtrada por cristaleras coloreadas resalta los detalles artísticos: desde la pila bautismal del siglo XIII hasta los mosaicos normandos y la estatua de Santa Lucía. La ruta nos lleva ahora por la Chiesa del Collegio dei Gesuiti y hasta la Fontana di Diana, una fuente monumental dedicada a la diosa de la caza, con un conjunto escultórico de gran dinamismo. A pocos pasos, el Templo de Apolo nos recuerda los orígenes griegos de la ciudad. Aunque queda poco en pie, sus columnas y muros dan idea de su grandeza original. Ya casi de vuelta, cruzamos el Ponte Santa Lucia, gemelo del Umbertino, cerrando así nuestro paso por la isla de Ortigia. El sol no ha dado tregua en todo el día y el calor es sofocante, pero la recompensa ha sido inmensa.















Cerramos la ruta en el mismo punto donde la iniciamos, satisfechos por haber recorrido los lugares más emblemáticos de Siracusa, desde sus raíces clásicas hasta sus encantos barrocos, y haber compartido un día inolvidable entre historia, arte y mar.


Dejo el mapa de la ruta.




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