Fecha: 31 de julio de 2025
2 personas a pie
Distancia: 6,94 km
Desnivel positivo: 96 m
Dificultad técnica: Moderado
Desnivel negativo: 96 m
Altitud máxima: 700 m
Altitud mínima: 630 m
Tipo de ruta: Circular
Tiempo en movimiento: una hora 44 minutos
Tiempo; una hora 59 minutos
A veces apetece improvisar. Salir sin grandes planes, sin seguir una ruta trazada de antemano, sin preocuparse demasiado por si el camino se interrumpe o se pierde. Esta fue una de esas ocasiones. A última hora de una jornada calurosa de julio, con apenas hora y media por delante antes del anochecer, decidí explorar algunos senderos por la zona de Monterozas, El Cantizal y el Alto Lazarejo, en Las Rozas. No era un paseo cualquiera, sino más bien una pequeña expedición personal para tantear algunos pasos poco frecuentados, conectar caminos, comprobar accesos, y conocer mejor este rincón del municipio. No es una ruta que recomendaría como tal —por la vegetación, por lo irregular del firme y por la escasa señalización—, pero sí cumplió su objetivo: aprender más sobre el terreno.
Adjunto vínculo de Wikiloc:
https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/monterozas-caminos-olvidados-224465396
Comencé la ruta desde la zona de Monterozas, con una subida inicial hasta el mirador del Cerro del Lazarejo 2000. Desde allí, se obtiene una panorámica inconfundible del entorno y hay un curioso vértice geodésico. El sol ya comenzaba a caer, pero aún iluminaba con fuerza las lomas. Desde este punto se distingue claramente la masa arbolada del Alto Lazarejo, que sería uno de los destinos del recorrido.
Descendí hacia la cañada principal y accedí a la zona protegida del Alto Lazarejo, un área natural declarada por el Ayuntamiento de Las Rozas como espacio protegido por su valor ecológico y paisajístico. Esta zona, con casi mil hectáreas de extensión dentro de la subcuenca del arroyo del mismo nombre, forma parte del tramo medio del río Guadarrama y constituye un refugio para especies como liebres, conejos, perdices, milanos, águilas, urracas, abejarucos y palomas torcaces. Los jabalíes también habitan en este paraje, y no es raro ver sus huellas por la mañana o al atardecer. El acceso desde transporte público es viable, con paradas cercanas de las líneas 625 y 625A, lo cual facilita las visitas sin necesidad de vehículo privado. Desde la cañada dejé el camino principal y tomé un senderito a la derecha. El suelo, más irregular, mostraba signos de poco tránsito reciente, y la vegetación cubría parcialmente la traza. Este tramo desciende hasta un pequeño puente que cruza el Arroyo Lazarejo, completamente seco en esta época del año. Tras el cruce, volví a ganar altura por un sendero ascendente que bordea discretamente una zona de chalets. Caminaba bajo encinas, por un terreno algo cerrado pero transitable, avanzando con paso firme para no quedarme sin luz.
Me incorporé a la derecha a la Cañada Colada de la Pasada del Cantizal, una vía más clara, algo más cuidada, que permite caminar con mayor comodidad. Al llegar a una bifurcación, decidí seguir recto, evitando el desvío a la izquierda que lleva al Camino Viejo de Las Rozas. La idea era seguir un trazado menos evidente y comprobar cómo se conectan estas sendas entre sí. El final de la cañada me llevó hasta la Calle Jaras. Tras cruzarla, pasé por una portilla que daba acceso a otra zona verde, ya más cercana al entramado urbano. El contraste entre la vegetación natural y las promociones residenciales es constante en esta zona. Tras la portilla, tomé una senda cómoda que discurre entre bloques de viviendas, una especie de pasillo verde que conserva cierta continuidad ecológica en medio de la expansión urbana. No deja de ser curioso cómo estas franjas de naturaleza se abren paso entre construcciones cada vez más densas. El sendero continúa junto a una serie de promociones en fase inicial de construcción. Es un paisaje en transformación: grúas, solares, movimiento de tierras, todo ello enmarcado entre encinares que resisten en las laderas.
Poco después, el camino nos mete de lleno en un encinar. Aquí el sendero se estrecha, y el ruido de la ciudad se atenúa. Caminamos por un corredor verde, sombreado, que acaba conectando con uno de los accesos a la zona protegida del Alto Lazarejo. Tras cruzar la Avenida de Marsil, una portilla permite la entrada formal al corazón del área protegida. La luz ya comienza a escasear, así que decido cambiar de rumbo y girar a la derecha, dirección sur, para ir cerrando el recorrido. Desde el encinar, asoma a lo lejos la parte alta de la iglesia del Corpus Christi, un edificio que destaca desde distintos puntos de esta zona de Las Rozas. Su silueta, al anochecer, tiene algo de faro urbano en medio de este paisaje fragmentado.
Tomo entonces la senda que va junto al Arroyo de Miguel Martín, un tramo más sencillo y tranquilo, ideal para la hora en la que me encuentro. Después giro a la derecha, remontando ahora el curso seco del arroyo Lazarejo. En este punto, en lugar de seguir la cañada que lleva al Camino de Perales, decido improvisar de nuevo y cojo un sendero que discurre junto al arroyo, completamente apartado del tránsito habitual. El paso es incómodo, con mucha vegetación cerrando la traza y obligando a avanzar con precaución. No hay señales, ni apenas marcas de uso. Este tramo tiene un punto de aventura que no desagrada si uno sabe a lo que va, pero no es recomendable para caminantes poco habituados a este tipo de entorno.
El camino continúa bordeando la parte trasera de una zona de formación de conductores, ya en un entorno urbano. La luz se va apagando rápidamente. El día ha caído casi por completo cuando alcanzo el siguiente vado, el del Arroyo de los Perales, también seco en este mes de julio. A estas alturas, casi a oscuras, salgo por fin del entorno natural para conectar con la ciudad. El último tramo lo hago por senderos bien definidos que discurren junto a la acera. Primero por una senda paralela a la Avenida de Atenas, y después siguiendo una franja verde que acompaña la Calle Eleusis hasta regresar al punto de partida.
En total, fueron 6,94 kilómetros, con un desnivel positivo y negativo de 96 metros. La altitud máxima alcanzada fue de 700 metros, y la mínima de 630. Caminé durante una hora y cuarenta y cuatro minutos, y el recorrido completo me llevó una hora y cincuenta y nueve minutos. Técnicamente, la ruta es moderada, aunque la dificultad real depende mucho del estado de la vegetación en algunos tramos. Como ya he dicho, no es una ruta para todos los públicos ni para quienes buscan una experiencia fácil y señalizada. Es más bien un recorrido para curiosos, para quienes disfrutan explorando, probando alternativas y asomándose a las conexiones perdidas entre los caminos del entorno natural y la expansión urbana. Esta zona del Alto Lazarejo tiene un papel relevante dentro del Parque Regional del Curso Medio del Guadarrama. Aunque no forma parte de la Sierra de Guadarrama en sentido estricto, sí representa uno de los corredores naturales que conectan el entorno de Madrid con los sistemas montañosos más altos del noroeste. Es importante entender que la fragmentación del territorio, la construcción de nuevas promociones y la pérdida de continuidad en los caminos afectan directamente a la salud ecológica de estos espacios. Rutas como esta, aunque no sean las más cómodas, permiten mantener una conciencia activa sobre el valor de estos corredores verdes y su necesidad de protección.
Dejo el mapa de la ruta: