Ruta 196 - Subida al Cerro San Benito, Paso de las Termopilas y Paso de los Elefantes desde Puerto de la Paradilla

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Fecha de realización: 18 de agosto de 2025

1 persona a pie

Distancia: 9,87 km

Desnivel positivo: 537 m

Desnivel negativo: 537 m

Altitud máxima: 1.622 m

Altitud mínima: 1.082 m

Tipo de ruta: Circular

Tiempo en movimiento: 2 horas 38 minutos

Tiempo: 3 horas 11 minutos


La finalidad de esta ruta es combinar el disfrute del senderismo con la exploración de uno de los enclaves más singulares de la Sierra de Guadarrama Occidental. El itinerario permite alcanzar el Cerro San Benito, con sus vistas panorámicas y restos históricos, y atravesar pasos emblemáticos como el de las Termópilas y el de los Elefantes. Se trata de una experiencia circular que une naturaleza, historia y paisaje, partiendo y regresando al Puerto de la Paradilla.





Adjunto vínculo de Wikiloc


https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/subida-al-cerro-san-benito-paso-de-las-termopilas-y-paso-de-los-elefantes-desde-puerto-de-la-paradi-227417169


Con las primeras luces del día comienzo una ruta circular que me llevará a recorrer una de las zonas menos transitadas y más singulares de la Sierra de Guadarrama Occidental. El punto de inicio es el aparcamiento del Puerto de la Paradilla, un enclave discreto situado en la carretera M-505 que comunica San Lorenzo de El Escorial con Ávila. El objetivo de la jornada es alcanzar el Cerro San Benito, de 1626 metros, y atravesar pasos singulares como el de las Termópilas o el de los Elefantes, antes de regresar al punto de partida por un itinerario circular. Nada más comenzar cruzo la carretera M-505 en dirección a Ávila y me enfrento a una cancela de ganado que delimita los pastos de la zona. Tras superarla, continúo mi camino hacia una loma despejada. Giro hacia la derecha y, a medida que gano algo de altura, se abren las primeras vistas: al fondo destacan San Lorenzo de El Escorial, el cordal de Las Machotas y Zarzalejo, encajado entre montañas. Pronto aparece frente a mí un muro de piedra que delimita fincas y que me sirve de guía. Cruzo este muro y sigo subiendo junto a él, avanzando entre grandes bloques graníticos. El ascenso es progresivo, con tramos donde la vegetación de enebros y jaras deja paso a espacios más abiertos. A mitad de camino hacia la cima, me detengo un instante para observar cómo el sol termina de alzarse por el este. El Cerro San Benito ya se muestra con claridad, coronado por riscos que anticipan la parte más técnica de la ruta.








La ascensión me lleva hasta la zona alta conocida como los Riscos del Colladillo. Aquí el terreno se complica un poco: no se trata de trepadas exigentes, pero sí es necesario apoyar las manos en algunos pasos. Es un tramo entretenido sin llegar a ser peligroso. Supero este paso, que recientemente fue uno de los puntos de control de la Travesía de las Cumbres Escurialenses. En aquella ocasión, hace apenas unos días, la zona estaba abarrotada de participantes; sin embargo, hoy reina un silencio absoluto. Avanzo un poco más y, antes de llegar al vértice, descubro una figura incrustada en la roca: la Virgen del Santo Niño de los Pastores. Tras una breve contemplación, sigo subiendo hasta alcanzar la cumbre del Cerro San Benito, con 1.622 metors de altura y a 2 km del inicio. El vértice geodésico marca oficialmente el punto más alto del municipio de Robledo de Chavela y ofrece una panorámica inigualable. Desde aquí se divisan al este el Monte Abantos y el monasterio de El Escorial, al oeste la paramera que se extiende hacia Ávila, y al sur el perfil de la Sierra Oeste madrileña.












El descenso desde San Benito comienza por un sendero poco marcado, pero que pronto se va definiendo a medida que se adentra entre riscos y laderas. El paisaje cambia: aparecen restos de trincheras y parapetos, vestigios de la Guerra Civil que permanecen silenciosos entre la maleza. La ruta continúa hasta alcanzar un punto muy especial: el paso de las Termópilas. La entrada a este paso es estrecha y está flanqueada por grandes bloques de granito, que forman una especie de desfiladero natural. El lugar es una auténtica delicia, quizá uno de los tramos más espectaculares de toda la ruta. Tras cruzarlo, me detengo a observar la salida, donde el sendero se abre paso entre un caos de piedras. Resulta fácil imaginar cómo estos pasos recibieron sus nombres, cargados de imaginación y sentido del humor montañero.




Continúo avanzando y vuelvo a encontrar restos de fortificaciones de la Guerra Civil, recordatorios de un pasado que aún marca muchos rincones de la Sierra de Guadarrama. Poco después alcanzo otro hito de la jornada: el paso de los Elefantes, situado a unos 3,1 km del inicio. El nombre no puede ser más acertado: las rocas parecen formar siluetas que recuerdan a grandes paquidermos, y el lugar tiene un aire imponente y curioso al mismo tiempo. Quien bautizó este rincón sin duda tenía buen ojo y un punto de ingenio. Desde aquí disfruto de nuevas panorámicas hacia la Paradilla y comienzo un giro hacia la derecha por una senda poco definida. El terreno vuelve a estar delimitado por cancelas de ganado, que cruzo con precaución. Aparece ante mí el depósito de agua de la Paradilla. 






Tras ello, cruzo una portilla que me devuelve a la zona de la Paradilla, y de nuevo atravieso la carretera M-505 por otra portilla que da acceso a una cañada. El paisaje se abre y puedo observar el ganado pastando en los prados, con vistas magníficas del valle. El sendero desciende ahora por una ladera más empinada, lo que obliga a caminar con cuidado. Bajo poco a poco hacia un pequeño robledal, donde me encuentro rodeado de vacas que descansan tranquilamente entre los árboles. La escena es serena y añade un punto de contraste con la dureza granítica de los riscos atravesados unas horas antes. Al llegar al robledal tomo un sendero a la izquierda, cruzo el cauce seco del arroyo de la Umbría y continúo por la zona conocida como los Vadillos. El sendero discurre cómodo, en un entorno de pastos y matorral, hasta incorporarse a una pista de grava. Poco después alcanzo la EDAR de la Hoya, una instalación del Canal de Isabel II que se acompaña de varias construcciones ganaderas. El contraste entre las infraestructuras modernas y el paisaje tradicional de la sierra es evidente. Sigo de frente por el sendero, tomando una bifurcación a la derecha, y de nuevo disfruto de las vistas del cordal que conecta San Benito con la Paradilla. Cruzo otro arroyo seco, el de la Cereda, y paso junto a una chopera que destaca por su verdor. De nuevo se me ofrece una visión clara del Cerro de San Benito, recordándome el itinerario ya completado. Giro a la izquierda por una pista de tierra que asciende directamente hacia el alto de la Paradilla, acompañado por caballos y vacas que pastan en libertad. El último tramo se hace un poco más abrupto, con un sendero pedregoso que obliga a prestar atención. Finalmente, una portilla me conduce de nuevo al aparcamiento del Puerto de la Paradilla, cerrando así el recorrido circular.






Este itinerario no solo es una experiencia física, sino también una lección de historia y geografía. La senda recorre parajes cargados de memoria, desde trincheras de la Guerra Civil hasta pasos con nombres evocadores, y muestra la riqueza natural de la Sierra de Guadarrama Occidental, con sus enebrales, riscos y bosques. Al mismo tiempo, recuerda la importancia de las sendas tradicionales como medio para preservar el equilibrio entre el uso recreativo de la montaña y la conservación del entorno. Caminar por estas rutas es un ejercicio de respeto hacia un paisaje que combina belleza natural, historia cultural y presencia humana.


Dejo el mapa de la ruta.









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