Ruta 219 - Munich. Paseo por Theresenwiese, St. Paul, Recinto del Oktoberfest y Monumento a Babiera.

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Ruta realizada el 7 de septiembre de 2025

5 personas a pie

Distancia: 2,68 km

Desnivel positivo: 10 m

Dificultad técnica: Fácil

Desnivel negativo: 0 m

Altitud máxima: 534 m

Altitud mínima: 519 m

Tipo de ruta: Solo ida

Tiempo en movimiento: 38 minutos

Tiempo: 2 horas 14 minutos


La finalidad de paseo urbano por Theresienwiese es descubrir la esencia cultural e histórica de Múnich en una breve caminata. Desde la imponente iglesia de San Pablo hasta la estatua de Bavaria y la Ruhmeshalle, el recorrido combina arquitectura, tradición y memoria histórica. Además, permite conocer el espacio del Oktoberfest y comprender su relevancia cultural y económica, ofreciendo una visión completa de la identidad bávara en pocos kilómetros.





Adjunto vínculo a Wikiloc:


https://es.wikiloc.com/rutas-a-pie/munich-paseo-por-theresenwiese-st-paul-recinto-del-oktoberfest-y-monumento-a-babiera-230716138


Durante nuestra estancia en Múnich, después de haber comenzado la mañana con la visita al Parque Olímpico, decidimos aprovechar el tiempo antes de dirigirnos a un restaurante local para almorzar y realizamos un paseo tranquilo por la zona de Theresienwiese. Partimos desde la estación de metro del mismo nombre, que facilita el acceso directo a este gran espacio abierto de la ciudad. Desde allí, uno de los primeros puntos que llama la atención es la iglesia de San Pablo, una construcción imponente que se eleva con sus torres neogóticas y que se convierte en un referente visual inmediato al llegar a la zona. La iglesia de San Pablo, levantada entre 1892 y 1906, fue obra del arquitecto austriaco Georg von Hauberrisser. Se trata de la primera iglesia parroquial del barrio de Ludwigsvorstadt, y aunque no alcanza la altura de la catedral de Nuestra Señora de Múnich, la Frauenkirche, con sus 97 metros se mantiene como uno de los templos más destacados de la ciudad. La fachada oeste, adornada con un gran rosetón, y la combinación de piedra caliza y toba en su estructura, ofrecen un aspecto monumental que ha resistido el paso del tiempo, no sin dificultades. Durante la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos dañaron seriamente la iglesia, perdiéndose el altar mayor y otras piezas de gran valor. A ello se sumó el accidente aéreo del 17 de diciembre de 1960, cuando un avión Convair C-131D se estrelló contra una de sus torres poco después de despegar, un suceso que aún se recuerda en la memoria local.




Tras detenernos en varios ángulos para contemplar la iglesia de San Pablo, seguimos nuestro paseo por el parque de Theresienwiese, una explanada amplia que sirve de escenario al Oktoberfest. En uno de los extremos se encuentra una zona infantil con columpios y juegos, muestra de que el espacio es utilizado durante todo el año para distintas actividades, más allá del festival de la cerveza. Caminamos hacia la entrada principal del recinto, donde se notaba la actividad intensa de los preparativos. Como faltaban pocos días para la inauguración, el acceso a la pista central estaba cerrado al público, de modo que bordeamos la zona por el lateral, observando cómo se levantaban las grandes carpas que acogerían a miles de visitantes. El Oktoberfest es, sin duda, el evento más famoso de la ciudad y uno de los más conocidos en todo el mundo. Se celebra desde 1810, cuando se organizó la primera edición con motivo de la boda entre el príncipe Luis de Baviera y la princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen. Lo que comenzó como una carrera de caballos se transformó con los años en la fiesta popular más grande de Alemania, atrayendo a millones de personas cada otoño. Hoy dura entre 16 y 17 días, comenzando en septiembre y concluyendo a inicios de octubre, con la posibilidad de extenderse un día más si el 3 de octubre, Día de la Unidad Alemana, cae en lunes.






La cerveza es el centro del festival, pero no cualquier cerveza puede servirse allí. Solo seis cervecerías de Múnich, entre ellas Paulaner, Löwenbräu o Hofbräu, elaboran la cerveza oficial del Oktoberfest, cumpliendo estrictamente con la Reinheitsgebot, la ley de pureza alemana. El evento arranca con el desfile de los Wiesnwirte, los cerveceros y feriantes, y con la ceremonia de apertura en la que el alcalde de Múnich abre el primer barril en la carpa Schottenhammel al grito de “O’zapft is!”. Después, las carpas comienzan a servir y la fiesta se despliega en todo su esplendor. También tiene gran importancia el desfile de trajes tradicionales, con miles de participantes vestidos de gala que recorren varios kilómetros entre música y caballos adornados, reforzando la conexión de la ciudad con sus raíces bávaras y con otros territorios de Europa central. En esta ocasión no pudimos entrar al recinto, pero el simple hecho de bordearlo nos permitió hacernos una idea de la magnitud del montaje. La actividad de los trabajadores, los camiones descargando materiales y la visión de las carpas en construcción daban cuenta de la envergadura de una fiesta que, además de ser un símbolo de la cultura bávara, constituye un motor económico y turístico para Alemania.






Continuamos hacia uno de los puntos más emblemáticos de la Theresienwiese: la estatua de Bavaria. Se trata de una colosal figura alegórica que simboliza al estado de Baviera y que se complementa con la Ruhmeshalle, un edificio dórico en forma de hemiciclo. La estatua, realizada en bronce entre 1843 y 1850, fue encargada por el rey Luis I de Baviera como parte de su proyecto de dotar a la región de monumentos nacionales representativos. El monarca, profundamente influido por las tensiones de la época napoleónica y por su idea de una Alemania unida, financió de su propio bolsillo obras como el Walhalla en Ratisbona o la Befreiungshalle en Kelheim. La estatua de Bavaria representa no solo un logro artístico y técnico, con su plataforma interior desde la que se puede observar el paisaje, sino también un símbolo político de unidad y resiliencia. El arquitecto Leo von Klenze fue el encargado de la Ruhmeshalle, y el conjunto todavía hoy impresiona por sus proporciones y su carga histórica. En cierto modo, visitar esta estatua permite entender mejor la mentalidad de aquella época y cómo Baviera intentaba reforzar su identidad en medio de un panorama europeo marcado por las guerras y las luchas de poder.




Nuestro paseo nos llevó también a contemplar los tranvías antiguos expuestos en las inmediaciones, que aportan un contraste interesante entre tradición y modernidad. Desde allí atravesamos una zona de oficinas modernas, donde destacan varias empresas tecnológicas que hoy representan la cara más innovadora de la ciudad. El contraste entre los monumentos históricos, la tradición popular del Oktoberfest y estos espacios empresariales refleja la diversidad de Múnich, una ciudad que combina herencia cultural y proyección hacia el futuro. El recorrido terminó en el restaurante donde almorzamos productos locales, un buen cierre después de la caminata. Posteriormente nos dirigimos a la parada del tranvía, donde dimos por concluida la ruta. Fue un paseo corto, de apenas 2,68 kilómetros y 38 minutos en movimiento, pero cargado de contenido histórico y cultural, que nos permitió conectar con diferentes facetas de la ciudad.






La senda que recorrimos no es solo un itinerario urbano, sino un reflejo de lo que implica Múnich en la historia reciente de Alemania, Austria y otros países vecinos. El Oktoberfest es un escaparate internacional de la cultura bávara, pero también un recordatorio de cómo las festividades populares pueden consolidar identidades colectivas y proyectarse más allá de las fronteras. Del mismo modo, la estatua de Bavaria y la Ruhmeshalle nos remiten a un tiempo en que los reinos alemanes buscaban su lugar en Europa, construyendo símbolos duraderos que aún hoy transmiten ideas de unidad y orgullo regional.


Dejo el mapa de la ruta.




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