Ruta realizada el 21 de septiembre de 2025
Distancia: 10,29 km
Desnivel positivo: 601 m
Desnivel negativo: 601 m
Altitud máxima: 1.598 m
Altitud mínima: 1.027 m
Tipo de ruta: Circular
Tiempo en movimiento: 2 horas 50 minutos
Tiempo: 5 horas 5 minutos
Fecha de subida: 21 de septiembre de 2025
La finalidad de esta ruta fue realizar un recorrido circular exigente y variado por la Pedriza, alcanzando el Puente de los Poyos como objetivo principal y regresando por la Peña Horcajo y el Cancho de los Muertos. El itinerario, de algo más de diez kilómetros y seiscientos metros de desnivel, combinó tramos cómodos, zonas técnicas y miradores naturales, permitiendo descubrir formaciones graníticas singulares y valorar la riqueza natural de la Sierra de Guadarrama.
Nada más comenzar, crucé el puente de Canto Cochino sobre el río Manzanares. El agua bajaba clara desde la sierra, aunque ya con menos fuerza que en primavera. Pasado el puente, me encontré con un cruce de senderos bien señalizado. Desde aquí opté por tomar la autopista de la Pedriza, que coincide con el PRM2, una de las vías principales de acceso hacia la zona central del macizo.
El arranque de la senda es sencillo y cómodo. La senda va paralela al arroyo de la Majadilla, que en esta época apenas llevaba agua y no fluía, reducido a un cauce pedregoso. En la otra ribera se distingue a lo lejos una formación rocosa peculiar a la que llaman el Cerdito, una de esas figuras que hacen tan característico el relieve de la Pedriza.
Un desvío me llevó hasta la Charca Kindelán, uno de los rincones más agradables de este sector. El agua permanecía en calma, rodeada de vegetación y de un silencio que contrastaba con la cercanía de los caminos principales. Tras detenerme un instante para observarla, retomé el sendero, que continuaba transitable y con sombra, convertido en una auténtica maravilla gracias a la protección de los pinares que crecen en las laderas.
Pronto llegué al puente sobre el arroyo de la Dehesilla, otro de los cursos de agua que descienden hacia el Manzanares. Desde aquí se observa la silueta del refugio Giner de los Ríos, situado en una posición estratégica para quienes hacen travesías largas por la sierra. Continué por la autopista, avanzando con buen ritmo hasta llegar al mirador del Pájaro, desde donde se divisa la formación rocosa con ese nombre, una de las muchas figuras que el granito ha ido esculpiendo a lo largo de millones de años.
El camino atraviesa después la zona del arroyo de la Ventana, donde pequeñas cascadas y pozas acompañan al sendero. Hice una breve parada en el puente, que no crucé, con el sonido del agua cayendo entre las piedras, y seguí disfrutando de una senda muy cómoda bajo los pinares, que se agradece cuando el sol comienza a apretar. Mantuve la dirección por el PRM2 hasta llegar al cruce conocido como Cuatro Caminos.
Aquí abandoné el PRM2, girando a la izquierda para tomar un camino más estrecho que se adentra entre los pinares. Aproveché este punto para hacer una breve parada y desayunar. La senda que seguía resultaba amable, rodeada de pinos y con un firme bastante cómodo. Pronto apareció el desvío hacia el Puente de los Poyos. El sendero del Puente de los Poyos comienza siendo sencillo, pero en un punto comienza a ganar verticalidad. Una flecha pintada en un canchal granítico marca el inicio de este tramo. Hitos de piedras en el sendero también ayudan. En este tramo hay varias zonas de interés, como es La Cueva de los Poyos o un mirador natural a su lado, pero es el propio Puente de los Poyos el que nos ha hecho venir aqui. Según me acerco, llegó un punto en el que la pendiente se volvió más pronunciada y el terreno algo más técnico, obligando a usar las manos de vez en cuando para progresar con seguridad.
Finalmente llego a la parte inferior de El Puente de los Poyos. Primero atravesé su interior, un arco natural de roca que deja pasar la luz de forma sorprendente. Después subí hasta la parte superior, donde la trepada requiere un mínimo de atención. Lo más sencillo es apoyarse en un árbol situado a la derecha tras pasar el arco (mi agradecimiento al senderista que me comentó dicha práctica, evitandome riesgos innecesarios por otras vías de acceso). Desde arriba, la perspectiva del entorno es aún más impresionante y permite entender por qué este lugar es tan visitado por los senderistas.
Comencé el descenso atravesando el bosque de los Llanitos, una zona cubierta de pinos que contrasta con los riscos abiertos de la parte superior. Poco después, varios miradores naturales de la cuerda del Ortigal permitían detenerse a contemplar el valle, cada uno con su propio encuadre del paisaje. La aproximación a los riscos de los Pinganillos marcaba la continuidad de la senda, que se mantenía entretenida y variada.
Al llegar al collado de Albis, el terreno se suavizó ligeramente, aunque un poco más adelante atravesé un arroyo seco que en otras estaciones baja con fuerza. En este punto paré en un mirador natural que me ofreció una panorámica del Elefante, otra de las formaciones singulares de la Pedriza. El camino volvió a internarse en los pinares, recuperando un ambiente fresco y sombreado.
Finalmente alcancé el collado del Cabrón, una auténtica encrucijada de senderos que conecta varias rutas. Desde aquí opté por seguir recto en dirección al Cancho de los Muertos. La senda pasa cerca de la Peña Horcajo, desde la que se disfrutan buenas vistas tanto del cordal del Ortigal como del propio Cancho de los Muertos. El tramo que bordea el Cancho de los Muertos es la parte más técnica de la parte circular de la ruta. Aunque no tiene una dificultad extrema, sí requiere prestar atención, especialmente en un sector de unos cien metros con fuerte pendiente en descenso, y hay que usar las manos. Poco a poco la pendiente fue disminuyendo y apareció una panorámica amplia de Canto Cochino, señal de que el final estaba cerca. Desde aquí la senda se suaviza y resulta perfectamente transitable.
Avancé con tranquilidad, hasta enlazar con el sendero de pequeño recorrido que, girando a la izquierda, conduce al Descansadero de Canto Cochino. Desde allí solo quedaba un corto paseo hasta regresar al aparcamiento, completando así el itinerario circular.
La Pedriza es mucho más que un espacio natural cercano a Madrid. Sus formaciones graníticas, sus senderos y sus ecosistemas constituyen un patrimonio geológico y biológico de primer orden dentro de la Sierra de Guadarrama. Cada recorrido que se hace en este macizo supone, en cierta forma, una inmersión en la historia natural y cultural de la región. El Puente de los Poyos, el Cancho de los Muertos o la Charca Kindelán no son solo puntos de interés aislados, sino hitos que conectan a los visitantes con un paisaje modelado durante millones de años y que hoy es símbolo del equilibrio entre conservación y disfrute. La senda realizada no solo permitió alcanzar un objetivo concreto, sino también constatar la importancia de mantener protegidos estos caminos, que actúan como corredores ecológicos y como espacios de aprendizaje para quienes los recorren.
En total fueron algo más de cinco horas de recorrido, con un tiempo en movimiento de cerca de tres, para cubrir 10,29 kilómetros con un desnivel acumulado de 601 metros. La altitud máxima alcanzada fue de 1.598 metros y la mínima de 1.027. La clasificación técnica de la ruta es difícil, sobre todo por los tramos de subida al Puente de los Poyos y el descenso junto al Cancho de los Muertos, aunque cualquier senderista con experiencia puede afrontarla sin problemas. El calor del día hizo más exigente la caminata, pero también contribuyó a disfrutar de cielos despejados y panorámicas amplias.
Dejo el mapa de la ruta.