Ruta 233 - Pedriza. Hueco de las Hoces, Yelmo, Arco Cuchilleros, Cuatro Damas y Cara, Collado de la Dehesilla, Bola Navajuelos, Torro, Pared de Santillana, Collado de la Ventana y Cerro de Hoyos

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Fecha: 18 de octubre de 2025

1 persona a pie

Distancia: 14,97 km

Desnivel positivo: 1.068 m

Dificultad técnica: Difícil

Desnivel negativo: 1.068 m

Altitud máxima: 1.805 m

Altitud mínima: 1.022 m

Tipo de ruta: Circular

Tiempo en movimiento: 4 horas 52 minutos

Tiempo: 8 horas 33 minutos


El objetivo de esta ruta era recorrer uno de los itinerarios más completos y exigentes de la Pedriza, combinando el ascenso por el Hueco de las Hoces con el paso por el Yelmo, el Arco de Cuchilleros, las Cuatro Damas, la Bola de Navajuelos, la Pared de Santillana, el Collado de la Ventana y el Cerro de los Hoyos, disfrutando en solitario de una travesía técnica, variada y de gran valor paisajístico y geológico.



Adjunto vínculo a Wikiloc:


https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/pedriza-hueco-de-las-hoces-yelmo-arco-cuchilleros-bola-navajuelos-torro-pared-de-santillana-y-cerro-236613612


La jornada comienza en el aparcamiento de Canto Cochino, a poco más de mil metros de altitud. El ambiente es animado: grupos de senderistas y algún que otro corredor se preparan para aprovechar un día fantástico, con temperaturas suaves para esta época del año. Desde el puente de Canto Cochino, que cruza el río Manzanares, las vistas de la Tortuga y de Peña Sirio. Cruzo el puente sobre el arroyo de la Majadilla, lo remonto unos metros en dirección al refugio Giner de los Ríos y enseguida tomo el desvío a la derecha, por la senda de las Hoces, que marca el inicio real de la ascensión.

La senda se abre paso entre grandes bloques de granito. A un lado quedan las vistas del entorno de los Barracones, con la Tortuga al fondo y Canto Cochino en el valle. Poco después paso por una pequeña pradera de hierba alta, que sirve de respiro antes de que el terreno empiece a ganar pendiente. A un lado, un vivac bajo un berrocal. Desde este punto comienzo a seguir los hitos de piedra y algunos puntos morados que señalan el camino. Esta parte del recorrido, hasta alcanzar el Yelmo, era nueva para mí, y al principio me desvié del sendero un par de veces. Asumí el trazado como si fuera un sendero normal, cuando en realidad viene a ser parecido al PRM1 (integral) en varios de sus tramos, en el que se exige un seguimiento casi visual de las marcas. Una vez comprendida esa lógica —buscar siempre la siguiente señal antes de avanzar—, la progresión resultó más fluida, aunque el terreno no dejaba lugar a la distracción.



La panorámica del Castillo y del Cancho Butrón se abre a lo lejos, imponente. La senda empieza a mostrarse con un trazado que serpentea y obliga a usar manos en algunos pasos. Pronto alcanzo el primero de los pasadizos bajo las rocas, el primero de siete que atravesaría a lo largo de la jornada. Es un punto curioso, ideal para una fotografía con la Maliciosa en la espalda. Desde allí la vista del cauce del arroyo de los Huertos marca el comienzo del ascenso por el Hueco de las Hoces, un tramo exigente y técnico que serpentea sin tregua.









Más arriba, una panorámica de Peña Sirio anuncia que ya me encuentro en terreno alto. Paso cerca del tejo del Hueco de las Hoces, catalogado como árbol singular. Vuelvo a pasar por otro pasadizo bajo las rocas, el segundo, y la pendiente se endurece. En la zona más técnica de la subida, el sendero apenas se distingue entre las lajas de granito. Sigo avanzando con atención, ayudándome de las manos en los pasos más empinados. Pasadizo tras pasadizo —tercero y cuarto casi consecutivos—, la montaña parece jugar a ocultar el camino.









Mientras avanzo, varias cabras pastan en las rocas. Desde este punto, la panorámica de la Maza y del Yelmo es magnífica. El acceso al collado de la Vistilla, entre ambos, marca el final del ascenso por el Hueco de las Hoces. Allí se abre la brecha que da paso a la zona del Yelmo, un punto clásico de acceso para los senderistas que buscan su base o la chimenea, pero que hoy me limito a observarlo desde la distancia.









Llego al collado de la Vistilla y sigo hacia la pradera del Yelmo. Coincido con un trail de montaña en el que numerosos corredores recorren el PRM1, la conocida Integral de la Pedriza. Decido seguir sus marcas blancas y amarillas, que serán mi guía durante buena parte del recorrido. En el tramo siguiente paso junto al Arco de Cuchilleros, una de las formaciones graníticas más singulares que recuerdan a uno de los arcos de la Plaza Mayor de Madrid, y continúo flanqueando el Risco del Acebo y la Caperucita, dos de los riscos más característicos de esta zona.




El camino prosigue junto las Cuatro Damas y la Cara, donde el PRM1 gira a hacia la izquierda y comienza un largo descenso que me llevará hasta el collado de la Dehesilla. Este tramo del PRM1, que forma parte del Cordel del Ortigal, es técnico y requiere precaución. Hay puntos donde se desciende por placas lisas o pequeñas chimeneas, lo que en invierno puede resultar peligroso por el hielo o la humedad. Hace unos meses pasamos por aquí con nieve, y zonas heladas, y no resultó sencillo. Aun con suelo seco, es un tramo que obliga a mantener la atención.





En el collado de la Dehesilla hago una breve parada para reponer fuerzas. El paisaje se abre hacia el valle, con una vista amplia del Hueco de Coberteros hacia la derecha, y a la Pedriza Anterior en general a la izquierda. Sigo por el PRM1 y pronto encuentro otro de los pasadizos bajo las rocas, el quinto. Cada uno de ellos es distinto: algunos se cruzan de pie, otros obligan a soltar la mochila y empujarla por delante. Poco después paso junto a un vivac bajo las rocas, junto a una cueva. Siempre teniendo en la visual la siguiente marca blanca y amarilla antes de avanzar.






La ruta continúa hacia la zona de Mataelvicial, un tramo de transición entre bloques de granito y pequeñas praderas. Alcanzo una de ellas, rodeada de berrocales, y disfruto unos minutos de calma antes de continuar. La siguiente cumbre es el Torro, que es un inmenso pináculo de roca en forma de obelisco que parece tallado y a punto para su transporte, siendo muy apreciado por los escaladores. Al fondo se distingue la Bola de Navajuelos, mi siguiente objetivo.





Antes de llegar a ella, me espera el sexto pasadizo bajo las rocas, uno de los más estrechos. En este caso hay que pasar primero la mochila y luego arrastrarse con cuidado. Superado el obstáculo, avanzo hacia la Bola de Navajuelos, donde el granito forma una especie de cúpula natural. Desde allí, el terreno desciende suavemente entre praderas y pequeños bosques, un rincón inesperadamente amable en medio del laberinto pétreo. 





El séptimo pasadizo bajo las rocas llega poco después. Ya he perdido la cuenta de los giros, pero cada paso conserva su interés. En un mirador cercano se abre la vista hacia la Hoya y la Pared de Santillana, donde varios escaladores ascienden por sus rutas clásicas. Es un lugar perfecto para detenerse, observar y almorzar, rodeado de moles graníticas.






La ruta sigue hacia el Cancho de la Herrada y un collado con vistas al Caballo de Ajedrez. A la derecha, el Risco de la Ventana marca el siguiente punto de paso. En el collado de la Ventana me cruzo de nuevo con un grupo de cabras que parecen haber seguido mi recorrido. Desde allí se divisa el Cerro de los Hoyos, que cierra el horizonte. Este punto marca también el final del PRM1 para mí, que abandono después de haberlo seguido desde el Yelmo.





Tomo una senda descendente que me llevará hasta el puente sobre el arroyo de la Ventana. Las vistas incluyen el Cocodrilo, la Torre de los Buitres y el Caballo de Ajedrez, todos ellos nombres que resumen la imaginación geológica de la Pedriza. La senda se hace más cómoda, el pinar se densifica y el ritmo se vuelve rápido. Después de tantas horas de terreno técnico, el caminar por un sendero de tierra bajo sombra resulta un alivio.






Poco antes de llegar al puente, me detengo ante la cascada del arroyo de la Ventana, que baja con fuerza. Cruzo el puente y enlazo con el PRM2, la conocida Autopista, que me conducirá de vuelta a Canto Cochino. Paso junto a otro vivac bajo las rocas, y más adelante por el puente del arroyo de la Dehesilla, que en este caso no cruzo. El camino sigue paralelo al arroyo, siempre acompañando su cauce, entre fresnos, pinos y alguna encina aislada.










De aquí en adelante, todo resulta fácil y rápido. El terreno se suaviza, la pendiente desaparece y la senda se convierte en una pista clara y transitada. A medida que me acerco al aparcamiento, aumenta la presencia de gente que regresa al final del día.


La primera parte, por el Hueco de las Hoces, exigió mucha atención y algún reajuste de orientación, lo que aumentó tanto la duración como la longitud del track, y la calidad del mismo no es muy buena. En todo caso, en este tipo de rutas pedriceras llega un momento en el que el GPS deja de ser útil: lo que vale es tener siempre a la vista la siguiente marca y no avanzar hasta que la localizas. Es un modo distinto de leer la montaña, más intuitivo, exigente y divertido.


La Pedriza, como parte del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, tiene un valor que trasciende lo deportivo. Sus senderos no solo son un reto físico o técnico, sino también una forma de conectar con un entorno de enorme relevancia ecológica y cultural. El granito, el pino silvestre, las cabras y los arroyos conforman un paisaje que define buena parte de la identidad natural del centro peninsular. Cada ruta aquí implica respeto, preparación y atención. No hay dos pasos iguales ni dos días idénticos. En estas crestas, la montaña se muestra en su forma más pura, y recorrerlas en solitario permite percibir la verdadera dimensión del terreno.


Dejo el mapa de la ruta.




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