Fecha: 25 de octubre de 2025
1 persona a pie
Distancia: 14,6 km
Desnivel positivo: 528 m
Desnivel negativo: 528 m
Altitud máxima: 1.418 m
Altitud mínima: 917 m
Tipo de ruta: Circular
Tiempo en movimiento: 4 horas 21 minutos
Tiempo: 5 horas 30 minutos
La finalidad de la ruta es realizar un recorrido completo que combine la ascensión al Cerro de San Pedro, con sus vistas panorámicas de la sierra y la llanura madrileña, y la posterior exploración de la Dehesa de Navalvillar, un espacio natural e histórico con minas, restos arqueológicos, antiguos campos de tiro y miradores. La ruta permite disfrutar de un entorno variado que une paisaje, naturaleza, historia y patrimonio en una misma jornada.
Adjunto vinculo a Wikiloc:
Salí al amanecer desde el aparcamiento del Cerro de San Pedro. Apenas había claridad cuando crucé el murete que separa el camino del campo y comencé a ascender. Pronto empecé a ganar altura por el camino ascendente y, al mirar atrás, el horizonte mostraba los perfiles de La Pedriza, el embalse de Santillana y las primeras luces sobre Manzanares el Real. La subida se hacía continua, sin rodeos, con el terreno pedregoso propio de esta zona de berrocales graníticos.
Un poco más arriba, ya sobre el Cerro de la Prestancia, a 1,4 kilómetros del inicio, me detuve unos minutos. Desde esta pequeña cima se observa perfectamente la salida del sol con las 5 torres de Madrid en el horizonte. Crucé después una puerta en el muro que delimita las fincas y seguí avanzando por el sendero hasta llegar a un punto que hace las veces de mirador natural de la Cuerda Larga y La Pedriza. Las vistas son amplias y limpias, con la línea de la sierra recortada al norte.
Continué el ascenso hasta alcanzar la parte más alta del Cerro de San Pedro, a 1.425 metros de altitud. En la cima se encuentra el vértice geodésico y un pequeño cofre metálico, habituales en estas cumbres. Este pico, situado entre Guadalix, Pedrezuela y Colmenar Viejo, destaca por su aislamiento. Forma parte de los llamados montes isla de la vertiente sur guadarrameña, una serie de elevaciones que aparecen separadas del eje principal de la sierra. Desde arriba se dominan 360 grados de paisaje: al norte y oeste, las montañas de la Cuerda Larga y la sierra de la Morcuera; al este, las estribaciones más suaves que descienden hacia el Jarama; y al sur, la amplia llanura madrileña, con el skyline de la capital visible a lo lejos.
Tras un breve descanso emprendí la bajada por una senda poco definida a la derecha, que desciende entre riscos donde varios buitres volaban en círculos aprovechando las corrientes. Salté un muro para continuar por una senda que discurre a su izquierda. Los hitos de piedra marcan el camino y lo mantienen paralelo al muro. Así, continua el descenso con el cordal de Hoyo de Manzanares visible al fondo como referencia. Pasé de nuevo al otro lado del muro por una abertura y conecté con el Cordel de Hoyo de Manzanares, también conocido como la Cañada del Recuenco. Seguí esta vía pecuaria alternando giros a izquierda y derecha hasta encontrar una puerta que da acceso a la Dehesa de Navalvillar, junto a un panel informativo.
Entrar en la Dehesa de Navalvillar supone un cambio de ambiente. Este espacio natural, perteneciente al municipio de Colmenar Viejo, conserva una gran extensión de praderas y suaves colinas. Existen referencias a la dehesa desde el siglo XI, cuando el rey Alfonso X cazaba osos en sus parajes. Durante siglos fue perdiendo su masa forestal por la venta de la madera para saldar deudas municipales. Aun así, su localización en las estribaciones de la Sierra de Guadarrama y el abrigo que le ofrece el Cerro de San Pedro al norte han favorecido su uso continuo desde tiempos antiguos. Se han hallado viviendas visigodas de los siglos VI y VII, restos que pervivieron incluso tras la ocupación árabe, además de minas de metales. En época moderna, la dehesa sirvió para rodajes de películas, prácticas de tiro militar y como espacio de pasto comunal.
El hecho de que haya permanecido bajo titularidad municipal desde hace siglos ha permitido conservar sus restos arqueológicos con cierta integridad, algo poco frecuente en la zona. Hoy en día, el Ayuntamiento de Colmenar Viejo mantiene un plan de conservación iniciado en 1996. En la dehesa se pastan vacas y es habitual ver rebaños dispersos. Su fauna es rica y variada: zorro rojo, corzo, águila imperial, águila real, búho real, buitre negro y leonado, además de garzas, milanos y cigüeñas blancas. En ocasiones, incluso la cigüeña negra aparece por los arroyos. La flora combina fresnos, encinas, quejigos y alcornoques con numerosas especies de flores silvestres que cambian el tono del paisaje según la estación.
El camino continúa entre praderas abiertas y arroyos secos. Crucé el cauce del Arroyo de los Cerros, completamente seco, y tomé la dirección derecha. A partir de este punto, el recorrido se vuelve más de orientación visual que de sendero definido. Avancé campo a través hacia la Mina de Navalvillar, a la que se llega alrededor del kilómetro 7,4. Allí hay un panel informativo que explica la importancia del complejo minero. Estas minas datan del siglo XV y se utilizaron principalmente para la extracción de cobre y plata. En el siglo XVIII se instalaron hornos de fundición y sistemas de machaqueo de mineral mediante bocartes. El lugar fue abandonado definitivamente hacia 1916. Todavía es posible reconocer en las rocas las tinciones verdosas y azuladas del cobre, así como los restos de cuarzo y fluorita. En el entorno también se conserva un pilón de piedra junto al cauce del Arroyo de los Maderones, donde antiguamente se vertía el agua usada en el trabajo minero.
El terreno sigue mostrando sucesivos arroyos secos: el de Cantalojas, con dos cauces visibles, y el de la Tejada. En medio de estas vaguadas se encuentra la zona conocida como Los Alamillos, con un pilón de piedra que servía para el ganado. Crucé el Camino de Horcajo a Alamillos y continué hacia una puerta que da paso al antiguo campo de tiro, donde un nuevo panel informativo recuerda su pasado. Durante el siglo XX, esta parte de la dehesa fue usada por el ejército para prácticas de tiro y maniobras con carros de combate. Aún se aprecian las terrazas en las que se colocaban las dianas y, junto al arroyo Tejada, una pasarela de madera que cruzaba el cauce. Frente a ella, se levantaban las construcciones destinadas a comunicaciones. Los restos son visibles, aunque la vegetación y el paso del tiempo los han ido integrando en el entorno.
Avancé después hacia el Yacimiento Arqueológico de Navalvillar, situado en el kilómetro 10,3. Es una de las zonas más interesantes de la dehesa, ya que conserva la estructura de antiguas viviendas y una calle que dividía el conjunto en dos partes: una dedicada a las familias y otra a los servicios. Algunos estudios consideran que aquí se encuentra la planta de casa islámica más antigua de la península ibérica, datada en torno al año 710 gracias al hallazgo de un dirhem omeya, hoy expuesto en el Museo Arqueológico Nacional. Otros expertos sostienen que se trata de un asentamiento visigodo, lo que demuestra la riqueza histórica del lugar. Sea cual sea su origen exacto, la visita resulta muy ilustrativa para comprender la continuidad del poblamiento en esta zona de transición entre la sierra y la llanura madrileña.
Desde el yacimiento seguí campo a través hacia el Mirador de Peña Gorda, también conocido como Mirador de las Gordas. La subida finaliza en un pequeño balcón de madera situado a 1.014 metros de altitud. Desde allí, la vista abarca todo el entorno de la dehesa. En los cuatro paneles informativos se indican las referencias: al este el Pico de San Pedro, al oeste Colmenar Viejo, al sur Madrid y al norte la Cuerda Larga, con la Maliciosa, la Bola del Mundo, el Yelmo y otras cumbres bien reconocibles. Es un punto tranquilo y abierto, ideal para detenerse unos minutos antes de iniciar el regreso.
El recorrido sigue por una zona conocida como El Enebrillo y pasa junto a los restos del antiguo plató cinematográfico. Aquí se rodaron, entre las décadas de 1960 y 1970, numerosas películas del género wéstern. La iniciativa partió de la cooperativa Carthago Films, promovida por Emilio Lárraga. Entre los decorados más destacados estaban el poblado de Lega-Michelena, utilizado en películas como “La muerte tenía un precio”, “El bueno, el feo y el malo” o “El halcón y la presa”; el Fuerte de Medina, que sirvió como escenario para varios rodajes ambientados en el siglo XIX, y el Rancho de Cubero-Galicia, en el que se filmaron más de treinta producciones, entre ellas “Las petroleras”. Aunque hoy no quedan estructuras en pie, el entorno sigue conservando la amplitud de paisaje y la luz que lo hicieron atractivo para aquellos rodajes.
A partir de ese punto, el camino pasa junto a varios pilones, uno de ellos en ruinas, y se dirige hacia la salida de la Dehesa de Navalvillar, por un acceso sobre el muro junto a la carretera M-625. Tomé un sendero a la derecha de la carretera que, tras un breve tramo, devuelve al aparcamiento del Cerro de San Pedro, cerrando así el círculo de la ruta.
El recorrido tiene dos partes muy diferenciadas. La primera, la subida y bajada del Cerro de San Pedro, es un tramo claramente montañero, con pendiente constante, roca suelta y vistas amplias. La segunda parte, por la Dehesa de Navalvillar, es más llana y permite caminar con calma entre praderas, arroyos secos y vestigios de distintas épocas. El contraste entre ambas mitades da equilibrio a la ruta: esfuerzo y vistas en la subida, serenidad y curiosidad histórica en la travesía final. Aunque se habían anunciado lluvias para la tarde, el tiempo se mantuvo estable durante toda la jornada, con sol y algunas nubes altas que no enturbiaron el recorrido. Dejo elmapa de la ruta.





































