Ruta 237 - En Busca del Dedo de Dios, pasando por el Carro del Diablo y la Cuerda de las Milaneras (PRM1) y regresando por el PRM2

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Fecha: 2 de noviembre de 2025

1 persona a pie (desde Collado Cabron a la Torre: 2 personas)

Distancia: 15,12 km

Desnivel positivo: 1.018 m

Dificultad técnica: Difícil

Desnivel negativo: 1.018 m

Altitud máxima: 2.009 m

Altitud mínima: 1.028 m

Tipo de ruta: Circular

Tiempo en movimiento: 3 horas 53 minutos

Tiempo: 7 horas


En este caso, el principal objetivo de la ruta era alcanzar el conocido Dedo de Dios, una forma geológica única de un dedo colosal apuntado al cielo. Esta forma se encuentra detrás de una de las Torres de la Pedriza, y además, la aproximación la realicé por la vertiente oeste del PRM1, es decir, pasando por el Canal del Pajarito, el Carro del Diablo y el Cordal de las Milaneras, rodeando los Tres Cestos y subiendo por la zona del Diedro, en donde de hay unas grapas metálicas para facilitar la ascensión.





Adjunto vínculo de Wikiloc:


https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/en-busca-del-dedo-de-dios-pasando-por-el-carro-del-diablo-y-la-cuerda-de-las-milaneras-prm1-y-regre-238674016


Antes de empezar a contar la ruta, recordar e insistir que estas caminatas por dentro de la Pedriza tienen un punto de difiicultad superior a cualquier ruta senderista estándar. Las distancias y tiempos no tienen nada que ver. Hay zonas de transitabilidad complicada, por pequeñas trepadas, fuertes desniveles, y sobre todo, sendas que se pierden con facilidad, y requiere estar pendientes hasta el extremo de las marcas del PR que pueblan los caminos. Si se acude por primera vez, veo recomendable comenzar por rutas más sencillas próximas a los aparcamientos, de cara a irlas ampliando progresivamente. Por otro lado, el GPS es necesario en caso de una completa desorientación, pero poco práctico (o menos que en una ruta estándar) durante gran parte del recorrido, ya que todo se basa en mantener en la visual la siguiente marca. 


Ahora sí, despues de los avisos protocolarios, cuento la ruta. Salí temprano desde el aparcamiento de Canto Cochino con la idea de recorrer una de las rutas más emblemáticas y exigentes de la Pedriza: un itinerario circular que sigue parte del PR-M1, conocido también como la Integral de la Pedriza, con un trazado que enlaza varias de las crestas más altas y espectaculares del macizo. La intención era hacerla en solitario, pero en la parte inicial del recorrido coincidí con otro senderista que llevaba el mismo plan. Decidimos unir fuerzas, algo que resultó providencial en la parte más compleja, tanto por la orientación como por los pasos de trepada que obligan a estar concentrado y seguro en cada movimiento.



Comencé bajando por la pista asfaltada desde el aparcamiento hasta cruzar el puente de madera sobre el río Manzanares. A la izquierda, las marcas blancas y amarillas del PR-M1 señalaban el inicio de la senda. En los primeros metros el camino avanza entre pinos, con pendiente suave y terreno cómodo. Pasé junto al descansadero de Canto Cochino, una encrucijada de senderos donde seguí de frente por el PR-M1 en dirección al Collado del Cabrón y el Cancho de los Muertos. A la izquierda hubiera podido desviarme hacia El Cáliz, pero el objetivo de hoy era más ambicioso. Crucé varias veces el arroyo del Risco.





A medida que ganaba altura el sendero seguía siendo claro y bien definido, y en poco más de tres kilómetros llegué al Collado del Cabrón, a unos 1303 metros de altitud. Desde allí, seguí rumbo norte por el PR-M1, rodeado de un paisaje que comenzaba a mostrar los perfiles de los riscos más altos. A mi derecha se levantaban las moles del Pajarito, La Vela y El Galisol; a la izquierda, El Castillete y La Campana. El sendero se inclinó bruscamente y entré en el conocido Callejón del Pajarito, una zona pedregosa donde los bloques de granito obligan a usar las manos en algún punto. Superé el pequeño canal del Pajarito, con unos 70 metros de longitud y 40 de desnivel, y alcancé una zona más amable conocida como el Jardín de la Campana, a 1500 metros de altitud y unos 4,4 km desde la salida. Era un buen punto para detenerse un momento y recuperar el aliento.










Desde allí continué hacia el Collado de la Canaleja y, poco después, hacia el Collado de la Romera, situado a 1575 metros. La senda se adentra en un pinar denso y atraviesa zonas de grandes bloques graníticos. En este tramo, entre el Carro del Diablo y las primeras rampas de la cuerda, se agradece la compañía: el terreno es confuso y las marcas del PR no siempre son evidentes. Pasé junto al Carro del Diablo, un curioso bloque alargado que destaca entre el arbolado, y seguí avanzando hasta dar con un cruce donde tomé la izquierda para afrontar la última subida larga del día.





El esfuerzo se hace notar en la subida hacia la Cuerda de las Milaneras, una sección exigente que concentra buena parte del desnivel positivo. El entorno se vuelve cada vez más agreste, con pasos escalonados, piedra suelta y tramos donde hay que trepar entre rocas. Llegué a la cuerda propiamente dicha y continué entre el Cancho Centeno y las primeras formaciones de la zona del Diedro, donde hay seis grapas metálicas para facilitar el paso. Después aparecieron Los Tres Cestos. La parte trasera de esta formación ofrece una vista espléndida hacia la Cuerda Larga y el resto del macizo de Guadarrama.







Una vez superados Los Tres Cestos, tomé la vertiente oeste de la Cuerda de las Milaneras. El terreno aquí es incómodo y técnico, con continuos cambios de nivel y numerosos pasos entre bloques. A la derecha quedaban los riscos de las Milaneras, mientras a la izquierda las vistas se abrían hacia la Cuerda Larga, estando próximosala zona de la Loma de Pandasco y Asómate de Hoyos. El paisaje granítico se extendía sin fin, y la sensación de aislamiento era total. Tras avanzar con cuidado por este tramo, alcancé el Collado del Miradero, a 1882 metros de altitud y unos 7,5 km desde el inicio. Desde aquí se divisan ya las Torres de la Pedriza (2029 metros), impresionantes y afiladas, marcando el punto culminante de esta travesía.







Entre la tercera y la cuarta torre, tomé un desvío a la derecha hacia una formación muy singular: el Dedo de Dios, una aguja de granito que se eleva junto a las Torres y que parece desafiar la gravedad. Pasar por ese estrecho hueco entre los riscos produce una sensación imponente, como si uno cruzara el corazón mismo de la Pedriza. Después de disfrutar de este lugar, regresé al Collado del Miradero para iniciar el descenso.




En el Collado abandoné el PR-M1 y tomé el PR-M2, que desciende hacia Canto Cochino. La bajada se hace por un terreno boscoso, con tramos de roca pulida donde hay que extremar la precaución, especialmente si hay humedad. En el camino aparecen varios vivacs, miradores naturales y zonas de placas graníticas que pueden resultar resbaladizas en invierno. Pasé por el cruce de Cuatro Caminos, donde el PR-M2 sigue de frente. Este tramo, aunque largo, se hace más llevadero tras las horas de esfuerzo en la cuerda.






Más abajo, el sendero cruza zonas con pequeños arroyos y formaciones curiosas, como una cueva por la que pasa el agua y un puente de piedra. También se aprecian más vivacs, algunos bien resguardados bajo los bloques. Pasé por el Mirador de la Pedriza, con una panorámica espectacular de las Torres y de toda la Pedriza anterior. El camino se ensancha y se hace más evidente, aunque las losas de granito, si están húmedas, exigen atención. En el tramo siguiente llegué al puente sobre el arroyo de la Ventana, que no crucé, ya que ese desvío lleva al Collado de la Ventana o al Risco del Pájaro. Continué siguiendo el PR-M2.





Poco después pasé junto al Vivac del Ratón y el Mirador del Pájaro, desde donde se tiene una vista privilegiada de este risco tan característico. Más adelante crucé el puente sobre el arroyo de la Dehesilla, punto donde, si se siguiera a la izquierda, el camino llevaría al Refugio Giner de los Ríos y al Tolmo. En mi caso continué recto, avanzando por lo que muchos llaman la “autopista”, una pista ancha que discurre junto al arroyo de las Majadillas. A partir de aquí, el terreno se vuelve fácil y el tránsito de gente aumenta considerablemente. El último tramo hasta el aparcamiento se hace rápido, casi sin esfuerzo, aunque las piernas ya notan el acumulado del día.





Una ruta físicamente dura y técnicamente exigente, donde la orientación y la gestión del terreno resultan claves. En la Pedriza, las marcas del PR pueden dispersarse entre los bloques, y salirse unos metros del trazado puede llevar a zonas delicadas o sin salida clara. Por eso, es imprescindible llevar el track descargado en GPS o móvil, conocer bien el terreno y estar preparado para una progresión lenta y constante.

La Pedriza es, sin duda, uno de los lugares más singulares de la Sierra de Guadarrama. Su relieve, formado hace más de 300 millones de años por el levantamiento y la erosión de materiales graníticos, ha dado lugar a un paisaje caótico y fascinante. Cada risco, canal y pradera parece tallado con una lógica propia. El macizo, con sus 3.200 hectáreas dentro del Parque Nacional, es un ejemplo perfecto de cómo la geología puede definir la identidad de un territorio. El Yelmo, los Fantasmas, las Cuatro Damas, el Pájaro o las Torres no son solo nombres: son hitos que marcan la historia de generaciones de montañeros madrileños.


La senda que recorre este itinerario forma parte de esa tradición. El PR-M1 y el PR-M2 no solo conectan lugares, sino que enlazan capítulos de la historia montañera de Madrid. La Pedriza ha sido refugio de escaladores, escuela de naturaleza, escenario de aventuras y, a su manera, un laboratorio natural de convivencia entre el hombre y la montaña. Caminar por ella, especialmente por su parte alta, es enfrentarse a la dureza y belleza de un entorno que exige respeto. Su valor dentro de la Sierra de Guadarrama no se limita a lo geográfico o lo deportivo: es un símbolo de lo que la sierra representa para quienes buscan en ella algo más que un simple paseo. Terminé la ruta con la satisfacción de haber completado una de las travesías más completas y exigentes de la Pedriza. La compañía improvisada en el tramo central fue un apoyo valioso, tanto por la ayuda mutua en los pasos más comprometidos como por la conversación compartida entre los riscos..


Dejo el mapa de la ruta.



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