Ruta 240 - Pedriza. Jardín del Predicador, Poza Colgada, Corral Ciego y Lagunilla del Yelmo

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Fecha: 10 de noviembre de 2025

Distancia: 10,6 km

Desnivel positivo; 767 m

Dificultad técnica: Moderado

Desnivel negativo: 767 m

Altitud máxima: 1.673 m

Altitud mínima: 962 m

Tipo de ruta: Circular

Tiempo en movimiento: 3 horas 42 minutos

Tiempo: 6 horas 25 minutos


La finalidad de la ruta es explorar una vertiente menos transitada de la Pedriza, ascendiendo desde Canto Cochino hacia el Jardín del Predicador, la Poza Colgada y el Corral Ciego, para después rodear el Yelmo y regresar por la Lagunilla y la Garganta de la Camorza. Un recorrido exigente y variado que combina tramos técnicos, rincones poco conocidos y el ambiente granítico más característico de la Sierra de Guadarrama.



Adjunto mapa y vínculo a Wikiloc:


https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/pedriza-jardin-del-predicador-poza-colgada-corral-ciego-y-lagunilla-del-yelmo-239751598




Antes de empezar a contar la ruta, recordar e insistir que estas caminatas por dentro de la Pedriza tienen un punto de dificultad superior a cualquier ruta senderista estándar. Las distancias y tiempos no tienen nada que ver. Hay zonas de transitabilidad complicada, por pequeñas trepadas, fuertes desniveles, y sobre todo, sendas que se pierden con facilidad, y requiere estar pendientes hasta el extremo de las marcas del PR, o en el caso de esta ruta, los hitos de piedra que pueblan los caminos. Si se acude por primera vez, veo recomendable comenzar por rutas más sencillas próximas a los aparcamientos, de cara a irlas ampliando progresivamente. Por otro lado, el GPS es necesario en caso de una completa desorientación, pero poco práctico (o menos que en una ruta estándar) durante gran parte del recorrido, ya que todo se basa en mantener en la visual la siguiente marca.





En el caso de la ruta de hoy, me animó a hacerla un video de YouToube del Capitan Pelanas, al cual recomiendo seguir a todos los amantes del senderismo, ya que sus videos son auténticas joyas que atesorar. Dejo al final el vinculo a dicho vídeo, en el que se recoje toda la ruta, salvo la parte del final, que yo la amplio ligeramente a la garganta de la Camorza. La ruta parte del aparcamiento de Canto Cochino. Cruzo el puente de Canto Cochino sobre el Río Mananares y enseguida el paisaje adopta ese aspecto tan característico de la Pedriza: bloques graníticos redondeados, pinos dispersos y el rumor constante del agua que baja entre los canchales. Poco después cruzo el puente sobre el Arroyo de la Majadilla, punto de referencia habitual para adentrarse en las rutas que suben hacia el Refugio Giner de los Ríos.




El ascenso discurre tranquilo hasta alcanzar la pradera de los Lobos, donde la roca conocida como el Cerdito destaca en medio de la explanada. Sigo un sendero que se adentra en la vegetación, y a lo lejos, se distingue el brillo de la Charca Kindelán, aunque la senda no se dirige hacia ella. Antes de alcanzar el refugio Giner, abandono el sendero principal y giro a la derecha por un camino ascendente que pronto se difumina entre la vegetación. Dejo atrás el arroyo de la Majadilla y comienzo una subida sostenida que se interna en una zona menos frecuentada, pero en esta parte inicial, con un sendero marcado.




Paso cerca del Camello y de El Techo, conocido este último entre los escaladores. Las vistas son magníficas: al fondo, el Cancho de los Muertos destaca sobre el horizonte, recordando su leyenda y la dureza de este entorno. Tras dejar atrás el Rocódromo y la Cueva de la Mora, el sendero se adentra entre jaras. Encuentro un pequeño vivac bajo las rocas, y a partir de este punto el camino pierde definición.




El terreno se complica, y los hitos de piedra son la principal referencia. La senda se difumina entre las rocas y los matorrales. En un momento dado, una segunda línea de hitos me conduce por error hacia otro rumbo. Quien siga el track debe ignorar esa variante, pues conduce a un punto sin salida. Sin embargo, el lugar al que lleva es tan bonito que cuesta considerarlo una pérdida de tiempo: un rincón de granito, silencio y luz filtrada, aunque sin continuidad. Regreso al punto de desvío, rodeando la mole granítica desde su base, que rcibe el nombre de El Camello, hasta recuperar el trazado correcto. Esta vez, giro a la izquierda y avanzo por una senda marcada junto a una pared de roca.




Comienzo a aproximarme a la zona del Predicador. El terreno se abre y, en las laderas, aparecen las cabras montesas de siempre, que se mueven con una agilidad que uno solo puede envidiar. Llego a la Umbría de Calderón (a mi izquierda), y de frente se encuentra el acceso ascendente hacia el Collado de la Vistilla. Pero en este caso, giro a la derecha y me encamino a la Portilla del Predicador.




La Portilla del Predicador es un paso estrecho entre bloques de granito. Al cruzarla, aparece una zona recogida, con algo de vegetación entre los canchales. Subo unos metros más y alcanzo un rellano elevado desde el que las vistas son amplias. Es el Jardín del Predicador.




El nombre de este lugar proviene de un risco cercano, conocido como El Predicador. Según antiguas descripciones, su silueta recordaba la de un hombre levantando el brazo, como si diera un sermón a las montañas. La referencia más temprana se atribuye a Constancio Bernaldo de Quirós, quien a comienzos del siglo XX describió un ídolo de piedra con el dedo alzado. Años después, el pintor Antonio Prast lo plasmó en una acuarela, y guías como Domingo Pliego recogieron el topónimo en sus itinerarios. El jardín, propiamente dicho, es el rellano herboso que se extiende junto al risco, una pequeña pradera encajada entre muros de granito donde la hierba crece fina y el aire se mantiene fresco incluso en verano. Hoy el conjunto ha cambiado: parte de la roca que formaba la “cabeza” del predicador parece haberse desprendido, pero el lugar conserva el encanto y la singularidad que inspiraron su nombre.




Desde este punto continúo hacia la Poza Colgada. Para llegar a ella, desde el Jardín del Predicador tomo un sendero que asciende a la izquierda, en dirección al Corral Ciego. El terreno se vuelve más empinado y las vistas se abren hacia toda la Pedriza y la Cuerda Larga. En una repisa natural, aparece la Poza Colgada, un pequeño depósito de agua retenido entre bloques de granito, suspendido literalmente sobre el valle. Aunque tiene poca agua en esta época, aún conserva su aspecto singular. Aprovecho para detenerme y desayunar, disfrutando del silencio y la panorámica.




Hay una chimenea que comunica esta zona con la Umbría de Calderón, pero el paso resulta demasiado expuesto. Decido no arriesgar y doy la vuelta para seguir la subida por el callejón que conduce hacia el Corral Ciego. En esta zona destacan formaciones como la Bola de San Antonio y el Hombre Sentado, figuras pétreas que parecen vigilar el paso de los montañeros.




El Corral Ciego, también conocido como la Placilla, es una especie de anfiteatro natural rodeado de paredes. Antiguamente era utilizado por los pastores para resguardar el ganado, aprovechando su cerramiento natural. Aún hoy conserva esa sensación de refugio primitivo, como si el tiempo se hubiese detenido entre sus muros de roca. Desde aquí inicio un nuevo ascenso por otro callejón. Al mirar atrás, la silueta del Hombre Sentado se recorta con nitidez sobre el cielo.




Continúo subiendo y aparece La Maza, una formación reconocible que anuncia la proximidad del Collado de la Vistilla. Llego finalmente al collado, situado en la parte trasera del Yelmo. Paso junto a la brecha que da acceso a la chimenea, donde se ve gente ascendiendo hacia la cima. Hoy no subo al Yelmo;.




Desciendo hacia la pradera del Yelmo, que a esta hora ya presenta bastante actividad. Sigo el PRM1, el sendero principal que bordea la base de la gran mole granítica. Paso por la fuente del Yelmo, que apenas deja correr un hilo de agua. Poco después me desvío del PRM1 por un pequeño sendero a la derecha, apenas visible, que conduce hasta la Lagunilla del Yelmo.




La lagunilla es un pequeño charco de agua retenida entre rocas. En primavera, cuando las lluvias y el deshielo la alimentan, forma una lámina clara que refleja las cumbres. Hoy, en cambio, apenas queda una charca. Es un rincón tranquilo, apartado del bullicio de la pradera, ideal para una breve parada antes de retomar el camino. Regreso por la misma senda, poco definida, hasta reencontrar el PRM1.




Desde allí alcanzo la Gran Cañada, una amplia vía natural donde coinciden varios senderos y donde se nota el tránsito de excursionistas que bajan hacia El Tranco. Giro a la izquierda en dirección a ese punto, siguiendo las marcas blancas y amarillas del PR. En el camino encuentro el vivac conocido como El Cachalote, formado por un gran bloque de roca que proporciona abrigo.




A medida que avanzo, se abre una pradera desde la que se disfrutan vistas magníficas de Manzanares el Real y del embalse de Santillana. Poco después, desde el Mirador del Tranco, contemplo también la Garganta de la Camorza, donde el río serpentea entre pinos y los bloques de granito se reflejan en el agua.




Superado el límite de la zona protegida, alcanzo El Tranco, un punto clásico de paso y descanso para senderistas y escaladores. Desde aquí tomo una senda que sigue el curso del río Manzanares por la Garganta de la Camorza. Es un tramo amable, casi llano, que se disfruta después del esfuerzo de la parte alta.




El río acompaña con su sonido constante. A lo largo del recorrido se suceden pequeñas chorreras y pozas, algunas tan transparentes que reflejan el cielo con precisión. Es una zona muy frecuentada, especialmente en los tramos próximos al embalse de la Garganta, donde las familias y los grupos de senderistas llenan los márgenes del río. Sigo las marcas del GR10 y del PRM1, cruzando el puente sobre el Manzanares y pasando junto a un curioso artilugio metálico que permite identificar los montes del entorno mediante una especie de visor orientado.




Finalmente, llego de nuevo al aparcamiento de Canto Cochino, cerrando así el recorrido circular. Han sido poco más de diez kilómetros, pero en la Pedriza la distancia engaña. Aquí el tiempo y el espacio se dilatan; avanzar unos cientos de metros entre bloques, portillas y collados requiere atención, esfuerzo y sentido de la orientación. Es una montaña que no se mide en kilómetros sino en experiencias, donde cada paso ofrece un rincón nuevo y cada error de ruta puede convertirse en un descubrimiento.

La senda que he recorrido refleja la esencia de la Pedriza y, por extensión, de la Sierra de Guadarrama. Este macizo granítico es un espacio singular dentro del sistema Central, un enclave donde la naturaleza, el deporte y la historia se entrelazan. Las rutas como esta, menos transitadas y más técnicas, permiten comprender mejor la complejidad del relieve y la fragilidad del entorno. Cada portilla, cada collado, cada poza o callejón forma parte de un mosaico geológico que se ha ido modelando durante millones de años. Su conservación depende del respeto de quienes la recorremos.

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