Fecha: 22 de noviembre 2025
1 persona a pie
Desnivel positivo: 610 m
Dificultad técnica: Moderado
Desnivel negativo: 610 m
Altitud máxima: 1.676 m
Altitud mínima: 1.154 m
Tipo de ruta: Circular
Tiempo en movimiento: 4 horas 38 minutos
Tiempo: 5 horas 42 minutos
La finalidad de esta ruta es recorrer los paisajes más representativos de Robledondo y su entorno, enlazando sendas tradicionales, miradores naturales y puntos de interés como la Cascada del Hornillo, el Alto de la Retuerta, Malagón y el Cerro de la Cabeza. Permite conocer la estructura rural serrana, el patrimonio natural y la conexión histórica entre valles y montes de la Sierra Oeste.
Adjunto el vinculo de Wikiloc y el mapa:
Salgo desde el centro de Robledondo temprano, con bastante frío (bajo cero durante la primera mitad de la ruta). Robledondo es una población reducida, parte del municipio de Santa María de la Alameda. Con sus apenas doscientos y pocos habitantes y un caserío disperso, mantiene ese carácter serrano basado en la ganadería y en una relación directa con el paisaje. El entorno del pueblo está marcado por los robledales y los enebrales que cubren las laderas, por terrenos escarpados y un clima que no concede concesiones en invierno. El arroyo Robledondo discurre hacia el Aceña, siguiendo el relieve de la Sierra Oeste, y en el pueblo existe un pequeño centro de información en el llamado Centro Pinarejo dedicado al patrimonio natural y cultural de la zona. Todo esto configura un punto de partida muy adecuado para una ruta que combina historia rural, sendas tradicionales y vistas abiertas hacia la Sierra de Guadarrama.
Paso junto a la iglesia de Robledondo, situada en la plaza de San Ramón Nonato. Se distingue por su sencillez y por su reconstrucción después de la Guerra Civil. La parroquia, consagrada a San Ramón Nonato, mantiene una presencia discreta pero significativa en la vida del núcleo y forma parte de la diócesis de Madrid. Sigo adelante y encuentro una fuente en la Calle Duque de Alba. Desde allí tomo la senda marcada con un poste. El amanecer empieza a insinuarse entre los tejados, y el aire helado hace que el paso se mantenga firme para entrar en calor.
Llego a la Fuente Robledondo, situada apenas a medio kilómetro del inicio. La sigo dejando a un lado mientras giro a la izquierda por la llamada Senda de la Solana. El entorno comienza a transformarse en un mosaico de robledales donde el otoño lo cubre todo. Las hojas secas forman una alfombra compacta, amarilla y naranja, que cruje bajo las botas. Veo vacas entre los claros, tranquilas y ajenas al frío matinal. Más adelante aparece un grupo de caballos dispersos entre los robles, completando el ambiente rural de la zona. Los robledales en otoño son abundantes aquí, y el primer tramo desde Robledondo hasta la Cascada del Hornillo es una maravilla.
Avanzo siguiendo el Camino del Hontanillo, primero hacia la derecha y luego girando a la izquierda para continuar por la misma vía. El paisaje se abre ligeramente y desde un punto elevado observo el amanecer sobre el valle del arroyo Robledondo. En dirección oeste se distingue la Sierra de Gredos, con sus cumbres nevadasque atrapan la luz temprana. Me topo con un punto de información de los Caminos Antiguos de Santa María de la Alameda, siendo uno de ellos por el que camino.
El sendero desciende por la umbría por un tramo pronunciado lleno de piedras sueltas congeladas, que obliga a caminar con atención. Aparecen pequeños bancales en desuso, antiguos trabajos realizados para el ganado, y también encuentro una baliza de los Caminos de Santa María. A la derecha tomo un senderito que me acerca al aparcamiento de las rutas del Hornillo y la Aceña. Cruzo el Puente de la Aceña en el kilómetro 3,4. Allí hay un nuevo punto de información sobre estas dos rutas y una zona donde suelen aparcar quienes solo hacen el tramo corto hasta la cascada. El río Hornillo aparece enseguida, ofreciendo rápidos y pequeños saltos de agua que acompañan el recorrido.
Cruzo el Puente sobre el arroyo del Hornillo en el kilómetro 4,1. La senda acondicionada discurre junto al agua, entre vegetación frondosa de robles, pinos y jaras. El sonido del arroyo guía los pasos hasta la Cascada del Hornillo, situada en el kilómetro 4,5. La caída de entre ocho y diez metros se produce sobre roca de gneis, y aunque no es una cascada de gran volumen, el entorno y la verticalidad la convierten en un punto destacado del día. El caudal es mejor después de periodos de lluvia, y en esta época mantiene un flujo suficiente para ofrecer un buen espectáculo. Tras una pausa para desayunar junto a la cascada, continúo por el margen del río, donde hay varias pozas y más tramos de senda estrecha. Al llegar al denominado "Puente de troncos" (que realmente son unas pisaderas de piedra al uso), en el kilómetro 5,1, vadeo el arroyo, y tomo la senda de la izquierda, por un acceso algo oculto por la vegetación.
Aparece un pequeño refugio en ruinas. A partir de ahí vuelvo a girar a la izquierda para dirigirme hacia el Alto de la Retuerta. El terreno se va endureciendo y la pendiente aumenta. Un poco más arriba está el Mirador del Aceña, situado en el kilómetro 5,8. Desde allí se abre una panorámica clara del valle del Aceña y del entorno forestal que baja hacia el sur. Alcanzo la cota del Alto de la Retuerta, a 1396 metros. Desde ese punto giro a la izquierda y avanzo campo a través, en perpendicular al cerro, siguiendo accesos habilitados entre varios muretes de piedra tradicionales. La subida es constante hasta alcanzar un mirador natural sobre el valle del Aceña. Más adelante, otro mirador natural permite ver el Embalse del Aceña y, hacia el noroeste, Peguerinos. Continúo por sucesivos promontorios donde el paisaje se expande hacia los Riscos, con el cauce del Arroyo del Tobar en el fondo del valle. Desde el Mirador del Embalse del Tobar, en el kilómetro 8,3, ya se adivina en la distancia la silueta del Alto de Malagón.
Sigo por el sendero de la izquierda y luego vuelvo a girar a la izquierda por un sendero que asciende hacia Malagón. Tras un tramo prolongado a media ladera enlazo con una pista forestal y continúo por ella hacia la derecha. Llego al Alto de Malagón, situado a 1536 metros. A pesar de que el sol ya está más alto, la temperatura no sube de los cuatro o cinco grados. A esa altura el aire se mantiene seco, con un cielo despejado que permite ver con claridad los perfiles de las montañas. Llego al Puerto de Malagón en el kilómetro 10,3. Desde aquí tomo el llamado Camino de la Cancha en dirección a Robledondo. Este último tramo es común a la marcha de las Cumbres Escurialenses, siendo el Alto de Malagón y el Cerro de la Cabeza, dos de ellas. En algunos puntos me desvío ligeramente hacia la izquierda para atajar y evitar los rodeos de la pista cuando el trazado lo permite.
En un cruce dejo la pista por la izquierda y tomo un sendero ascendente que sube hacia el Cerro de la Cabeza. La pendiente final es dura y sostenida y se abre paso bajo pinares. Llego al Cerro de la Cabeza, a 1679 metros, en el kilómetro 12,6. El vértice geodésico marca la cumbre. A unos metros, un mirador natural ofrece una vista amplia sobre el Monasterio de El Escorial, las Machotas, la Cuerda Larga, La Pedriza, la sierra de Hoyo y, en la lejanía, la ciudad de Madrid. El aire frío ayuda a que la visibilidad sea nítida y que se aprecien bien las distancias. Aprovecho para avituayarme.
Desciendo por la izquierda, junto a la tapia. Más adelante vuelvo a girar a la izquierda para retomar el Camino de la Cancha. El tramo final se desarrolla entre zonas de pasto y un área recreativa con zona de picnic. Desde allí continúo recto hasta otro desvío a la derecha, donde dejo definitivamente el Camino de la Cancha para tomar un sendero que, aunque poco definido, me dirige hacia Robledondo. Antes de llegar, es necesario pasar por un portón con un cerrojo sin candado.
La senda realizada hoy forma parte del conjunto de caminos tradicionales que unen los valles altos del oeste de la Comunidad de Madrid. Muchas de estas rutas siguen trazados históricos utilizados para el traslado de ganado o para conectar pequeñas poblaciones en un territorio marcado por los cursos del Aceña y del Cofio. En una lectura más amplia, estas sendas están relacionadas con la estructura general de pasos en la Sierra de Guadarrama y con la forma en que se organiza el drenaje natural hacia el río Lozoya en la sierra norte. Aunque esta ruta discurre por la Sierra Oeste, forma parte del mismo sistema de tránsito serrano que, durante siglos, ha definido el movimiento humano y ganadero en toda la región, mostrando cómo la red de caminos se adapta al relieve y sostiene un paisaje cultural que permanece vivo.