Fecha: 6 de diciembre de 2025
1 persona a pie
Distancia: 15,61 km
Desnivel positivo: 507 m
Dificultad técnica: Moderado
Desnivel negativo: 507 m
Altitud máxima: 1.472 m
Altitud mínima: 1.033 m
Tipo de ruta: Circular
Tiempo en movimiento: 4 horas 52 minutos
Tiempo: 5 horas 40 minutos
La finalidad de esta ruta es recorrer un itinerario circular que combina patrimonio histórico, paisaje de montaña y tramos fluviales, permitiendo conocer la red de caminos tradicionales de la Sierra Oeste. A través de antiguos pasos ganaderos, fortificaciones de la Guerra Civil, miradores naturales y restos de molinos hidráulicos, la ruta busca poner en valor la conexión entre los núcleos rurales y el entorno natural, ofreciendo una experiencia completa de orientación, interpretación del territorio y disfrute de un espacio bien conservado.
Adjunto vínculo a Wikiloc y mapa de la ruta:
Comienzo la ruta en el pequeño aparcamiento de El Pimpollar (urbanización cercana a Santa María de la Alameda), junto al establecimiento Casa Miguel. Es temprano y, aunque estamos en pleno mes de diciembre, el día amanece despejado, con una luz limpia que deja ver con claridad las laderas y los montes que rodean la cuenca alta del río Cofio.
Tras cruzar la urbanización, encuentro el punto de información de la primera fase del Camino a Santa María de la Alameda (Estación), con varios paneles informativos instalados por el ayuntamiento. Desde aquí tomo una senda de tierra que sale a la izquierda y comienza a ascender una loma de forma progresiva. El trazado es claro y el terreno, aunque húmedo, permite avanzar con buen ritmo. Al llegar a un cruce giro a la derecha por la zona de Borreguil, un espacio más abierto donde se percibe el carácter ganadero de estas tierras. Poco después tomo a la izquierda y atravieso la zona de Matavacas, una zona ganadera con diversas cuadras y presencia de ganado que obliga a caminar con calma y respetar el entorno.
El sendero continúa ganando altura y aparecen varios miradores naturales. Paso por el mirador del Cerro de Santa Catalina, desde donde se abren vistas hacia el Alto de San Benito, el Puente Recondo, La Paradilla y el territorio de Las Navas del Marqués. Durante este tramo, el trazado discurre por pequeños resaltes desde los que se distinguen también el Cerro de la Almenara y las primeras panorámicas del caserío de Las Navas. Más adelante alcanzo el mirador natural del Laderón de los Peñatos y Regajos, desde donde se contempla el trazado del río Cofio varias decenas de metros más abajo, así como parte del término de Las Navas del Marqués. A continuación paso por el mirador específico de Las Navas del Marqués, un punto más despejado que permite observar con amplitud los tejados y la disposición del valle.
Desde aquí giro a la izquierda y encuentro los restos de un antiguo búnker de la Guerra Civil, integrado en la ladera y parcialmente cubierto por vegetación. Continúo la subida hasta alcanzar el Alto Mora, a 1.349 metros de altitud, donde se conservan trincheras y nidos de ametralladoras de ese mismo periodo. Estas forman parte de una línea defensiva construida entre 1937 y 1939 dentro del frente de la Sierra Oeste de Madrid. En la zona se conservan trincheras excavadas en el granito, nidos de ametralladoras y parapetos de piedra que aprovechaban la posición dominante sobre el valle del río Cofio y el corredor natural hacia Las Navas del Marqués. Estas fortificaciones pertenecieron al bando sublevado y tenían como función controlar los pasos de montaña y las rutas de abastecimiento. Hoy se pueden recorrer a pie, integradas en rutas senderistas, y constituyen un importante testimonio del patrimonio histórico-militar de la zona.
Este punto, situado aproximadamente en el kilómetro 2,9 de la ruta, constituye uno de los tramos con mayor carga histórica del recorrido. Muy cerca aparecen las balizas que informan del acceso al Alto de la Mora, confirmando que estoy en la línea correcta. En este punto el terreno se suaviza momentáneamente antes de retomar la bajada. Desciendo hacia el fondo de una pequeña vaguada y realizo el vadeo del Arroyo de los Sauces. No presenta grandes dificultades. Poco después llego a la Fuente de las Peleas, donde tomo el camino en dirección a Navalespino. Desde aquí continúo por lo que claramente fue una antigua cañada, ya que todavía se aprecia el empedrado tradicional que permitía el paso cómodo del ganado.
Cruzo la zona conocida como Bonal, atravieso una pista forestal y sigo recto hasta alcanzar Navalespino. La Fuente de Navalespino, en el centro del pueblo, marca el kilómetro 4,5 de la ruta. Paso junto a la parada de autobús y al salir de la parte más urbana comienzo una senda ascendente que me conduce hacia el Mirador de Navalespino. Más arriba alcanzo el vértice geodésico de Navalespino, situado junto a unas antenas en la parte alta del pueblo, a 1.468 metros de altura. Desde aquí se abre una de las vistas más amplias de todo el recorrido: al fondo aparece el Puerto de Malagón, el cañón del Arroyo del Tobar y, en dirección algo más oriental, las conocidas Cascadas del Hornillo. Estos puntos marcan recuerdos de rutas previas y ayudan a situar el conjunto de la sierra.
A partir de aquí realizo una serie de giros a la izquierda que me mantienen por el cordal. Ignoro el camino de la derecha que me llevaría hacia Santa María de la Alameda, y continúo por el trazado que me conduce hacia el Mirador Peña del Águila. Alrededor del kilómetro 7 alcanzo este balcón natural, desde donde se domina Las Navas del Marqués y una parte significativa de la Sierra de Gredos. Desde este punto también se distinguen Las Herreras y el Hoyo de la Guija, además de poder identificar, en días claros, los aerogeneradores próximos a Peguerinos. Continúo por otro mirador natural con vistas a Las Navas del Marqués, Gredos y el valle del Cofio.
Desde este punto tomo una variante hacia Navalespino por varias callejas antiguas, estrechas y encajadas entre muros de piedra. Realizo el segundo vadeo de arroyo, ya con un pequeño incremento de caudal. Atravieso un robledal, que incluso en invierno muestra la estructura limpia de los troncos y la hojarasca en el suelo. Avanzo hacia la derecha por la zona de La Panera y, más adelante, giro de nuevo a la derecha, dejando la pista principal para tomar una senda poco definida que se interna en zonas más empinadas.
Llego al tramo conocido como la bajada de las Zetas, un descenso pronunciado con roca suelta. En este punto me cruzo con varias motos que suben por el sendero, deteriorando el firme y complicando la bajada. A pesar de ello logro descender con precaución hasta el Mirador del Río Cofio, situado aproximadamente en el kilómetro 9,5. Desde aquí se aprecia claramente la masa de agua encajada entre paredes de granito y vegetación de ribera.
Realizo un pequeño atajo hacia la izquierda, con pendiente y roca suelta, y continúo hacia la zona que me devuelve la dirección hacia Navalespino. Giro a la derecha con el objetivo claro de vadear el río Cofio. Este es el tercer punto de vadeo, y resulta ser el más delicado. El río baja con bastante agua y prefiero evitar tener que mojarme. Me veo obligado a remontar el cauce unos metros, buscando un punto más ancho donde el fondo permite un paso más seguro. Una vez cruzado, continúo por el sendero que discurre junto al río.
A partir de aquí, el recorrido se vuelve claramente fluvial. Aparecen pozas y pequeños saltos de agua que aportan diversidad al trazado. Llego al Molino de la Palomilla en el kilómetro 12,2, uno de los restos mejor conservados de la antigua infraestructura hidráulica de la zona. Continúo siguiendo el cauce, paso junto al río y atravieso los restos de otro molino, muy deteriorado. Más adelante realizo un pequeño vadeo de arroyo, el cuarto del día, que no presenta especial dificultad.
Alcanzó el Molino Nuevo, en torno al kilómetro 13,4. Aquí los restos son más amplios y permiten imaginar la actividad que tuvo la zona en otros tiempos. Realizo el quinto vadeo cruzando el Arroyo Poveda o Trampal, que desciende con agua clara. Continúo hasta llegar al Puente Recondo, en el kilómetro 14,6, uno de los puntos históricos más destacados del itinerario. Este puente de piedra, bien conservado, permite cruzar el río con seguridad.
Todavía resta un último obstáculo hídrico: el vadeo del Arroyo de la Palomera, que constituye el sexto vadeo del recorrido. Tras cruzarlo, continúo por un sendero más amplio hasta llegar al Puente del Pimpollar, que marca el final del trazado circular. Desde aquí regreso al punto inicial, cerrando una ruta que combina montaña, restos históricos y tramos fluviales de gran interés.
Este recorrido pone de manifiesto la importancia de estas sendas para la Sierra Oeste. La combinación de antiguas cañadas, caminos tradicionales, restos de molinos y puentes históricos convierte este territorio en un corredor natural y cultural que conecta núcleos pequeños como Navalespino con valles más amplios. Estas sendas no solo permiten el tránsito actual de senderistas, sino que conservan la memoria de los usos ganaderos, forestales e industriales que dieron forma a esta parte de la sierra. La recuperación y mantenimiento de estos trazados es clave para que la Sierra Oeste mantenga su identidad y siga siendo un espacio accesible y coherente desde el punto de vista ambiental y patrimonial.

