Fecha: 7 de diciembre de 20250
Distancia: 54,42 km
Desnivel positivo: 406 m
Dificultad técnica: Moderado
Desnivel negativo: 406 m
Altitud máxima: 740 m
Altitud mínima: 582 m
Tipo de ruta: Circular
Tiempo en movimiento: 5 horas 6 minutos
Tiempo: 5 horas 37 minutos
La finalidad de esta ruta era, aprovechando los últimos coletazos del otoño, retomar la bicicleta después de un tiempo sin usarla y enlazar en un solo recorrido varios espacios naturales que había recorrido recientemente a pie, como el corredor del Arroyo Meaques y el monte de Boadilla. Busqué minimizar los tramos urbanos y moverme sobre todo por caminos ciclables, pistas forestales y corredores verdes, conectando parques, montes y sendas para disfrutar de las últimas postales otoñales de la temporada.
Adjunto mapa y vínculo de Wikiloc:
Salí de Cuatro Caminos temprano, con la idea de coger la bicicleta después de un tiempo sin rodar. Venía de varias rutas recientes a pie por el corredor del Arroyo Meaques y el monte de Boadilla, y llevaba días dándole vueltas a unir todos esos espacios en una sola salida larga, minimizando al máximo los tramos urbanos y moverme sobre todo por caminos ciclables, pistas forestales y corredores verdes. Desde Cuatro Caminos llegué al Faro de Moncloa bajando por San Francisco de Sales, pasando junto al Arco de la Victoria. Poco después entré en el Parque del Oeste, cerrado al tráfico al ser fin de semana, y pasando junto al Monumento al Maestro, en un tramo cómodo y cuesta abajo. Este parque siempre resulta ser una transición natural entre el centro y la Casa de Campo y Madrid Río. La bajada hacia el Puente de los Franceses fue rápida, cruzándolo en torno al kilómetro 4, con una sensación clara de estar dejando atrás el ruido y el ritmo de la ciudad.
Tras el puente, busqué el acceso al Puente de Cobatillas, que me llevó a una de las entradas a la Casa de Campo. Allí me incorporé a la senda del Anillo Cicilsta, que cruza toda esta zona, y llegué al Lago de la Casa de Campo, que rodeé parcialmente antes de continuar hacia la Avenida de María Teresa, con sus espectaculares platanos con las últimas hojas amarillentas del otroño. Atravesé el tramo que pasa junto al Pinar Siete Hermanas en torno al kilómetro 7,3. Un poco más adelante pasé junto a la Encina del Fraile, un árbol singular que destaca por su tamaño y su historia, y seguí hacia la zona del Parque Zoológico, que a estas horas estaba todavía cerrado al público, llegando a la Ermita de San Pedro de Meaques en torno al kilómetro 9.
El anillo ciclista me llevó hacia el Puente de la Culebra. Después de dejarlo atrás, salí de la Casa de Campo y la altura de Colonia Jardín, tomé el acceso al Arco Verde, siguiendo el corredor del Arroyo Meaques. Este tramo es especialmente agradable en bicicleta: pista ancha, vegetación de ribera (en la primera parte sobre todo) y sensación de corredor natural que te aleja de golpe de la ciudad. Pasé por un vértice geodésico de un cerro del cual desconozco su nombre, que dejó buenas vistas y por varios puntos de información del Arco Verde, que anticipan la distancia con Boadilla. Siempre mantuve dirección hacia Boadilla. Poco después atravesé el túnel bajo la M40, y a la salida giré a la derecha, dejando el trazado principal del Arco Verde para seguir por la Vereda de Castilla.
Desde ahí tomé una pista de tierra hacia la izquierda y, tras unos metros, giré a la derecha para dejar esa pista y coger una senda más estrecha en dirección a la Ciudad Financiera del Santander. El acceso al corredor que cruza la Ciudad Financiera no da mucha opción, a la derecha el campo de golf, a la izquierda el Bosque del Santander, con un trazado limpio y muy cómodo para rodar, pero sin escapatorias. Al salir de este corredor giré a la izquierda por una senda que me permitió entrar de nuevo en una zona boscosa, aunque aún bajo el área de influencia de la Ciudad Financiera. Tomé un sendero ascendente a la derecha siguiendo el Arroyo de los Majuelos, y continué por este mismo sendero hasta alcanzar uno de los accesos principales de la Ciudad Financiera, en donde continué por la senda que acompaña al cauce del Arroyo de los Majuelos.
La entrada en Boadilla llegó con un cambio de contexto. Durante un breve tramo el recorrido se volvió más expuesto al tráfico motorizado, hasta llegar a la zona peatonal del casco urbano. Pasé por la Iglesia de San Cristóbal y, poco después, alcancé el Palacio del Infante Don Luis, marcado en el recorrido en torno al kilómetro 24,5. El Conjunto Palaciego del Infante Don Luis, un conjunto que forma parte importante de la identidad histórica del municipio. El palacio, construido en 1765 por Ventura Rodríguez, es una pieza clave del neoclasicismo madrileño. Sus jardines y el terreno agreste que lo rodea crean un conjunto que contrasta con la expansión urbanística moderna. Esta zona siempre impone por su escala y por el contraste entre el conjunto histórico y los espacios verdes que lo rodean.
Desde el palacio entré en la zona protegida del Monte de Boadilla. Aquí el ambiente volvió a ser plenamente forestal. Rodé entre encinares y pistas de tierra en buen estado hasta localizar la encina singular conocida como La Invencible. Continué hacia el Puente de Piedra sobre el arroyo de Vallelargo, una construcción del siglo XVIII atribuida a Ventura Rodríguez. Aunque forma parte de un entorno muy modificado por el paso del tiempo, sigue manteniendo un valor histórico evidente. Se levantó para facilitar el acceso al Palacio del Infante Don Luis y estuvo vinculado a caminos de uso frecuente por la corte de Carlos III. El puente tiene un solo arco carpanel con dovelas de granito y un pretil también de piedra, y fue restaurado en 2013 para evitar su deterioro. Cruzarlo permite imaginar cómo esta zona, hoy naturalizada, fue también espacio de tránsito importante durante el siglo XVIII., que crucé en torno al kilómetro 26,7, y más adelante crucé también el puente sobre el Arroyo Vallelargo, cerca del kilómetro 30,2. Esta parte del recorrido fue de las más constantes en cuanto a ritmo y firme.
Al salir del Monte de Boadilla entré en Majadahonda, con otra zona de nuevo expuesta al tráfico. Busqué rápido el acceso a un carril bici para alejarme de los coches. Finalmente accedo a la zona protegida del Monte del Pilar. Al rato de ir bajo pinares, crucé el Puente sobre el Arroyo Valgrande, que aparece en el track en el kilómetro 34,3. A partir de ahí busqué una senda bajo pinares, girando a la derecha, para tomar después, a la izquierda, el Camino de los Caleros, una pista de tierra amplia que me permitió rodar con soltura hasta la salida de la zona protegida.
Tras unos metros por el Camino de las Rozas, giré a la derecha para llegar al Camino de los Conejeros y seguí por este trazado. El cruce del Puente de Pozuelo, sobre la M40. Desde ahí entro en Pozuelo y ya el tránsito es por carril bici durante un tramo largo. Pasé junto al estanque del Parque de Isaac Albéniz, que lucía explendido hoy. Poco después entré en el Parque de las Cárcavas, alrededor del kilómetro 39, y seguí durante un tramo por acera-bici, un recurso recurrente.
A partir de ahí retomé una senda paralela al Arroyo de Pozuelo y continué por el cordal del Parque del Arroyo de Pozuelo de Alarcón. Este tramo es especialmente interesante por su carácter de corredor natural, que conecta parques y zonas forestales con una continuidad rara de encontrar tan cerca de la ciudad. Desde aquí enlacé con el corredor verde de la Fuente del Rey, que me devolvió de nuevo hacia la Casa de Campo. El acceso a esta zona implicó cruzar bajo las vías de tren por un túnel y subir unas escaleras, llegando al entorno del Puente Alto en torno al kilómetro 44.
Ya de vuelta en la Casa de Campo, rodé durante varios kilómetros por caminos paralelos a la vía del tren, alcanzando la Fuente de la Casa de Campo hacia el kilómetro 46,6. En este punto el recorrido giró hacia el norte. Salí de la Casa de Campo por el Anillo Ciclista y enlacé con la senda GR-124 en dirección al inicio del ramal de la Dehesa de la Villa. Este tramo, en su primer tramo sobre todo, lucía estupendo en la fase final del otoño.
El acceso a la Dehesa de la Villa lo realicé siguiendo el GR-124. Pasé por la Fuente de la Tomasa, que aparece en el recorrido en torno al kilómetro 52. Esta parte final del itinerario es más suave en cuanto a perfil, pero muy agradecida por el tipo de firme y por la sensación de continuidad de los caminos. El final del GR-124 marcó la salida de la Dehesa de la Villa. Desde allí continué sin grandes desvíos hasta completar el círculo y regresar al entorno de Cuatro Caminos, dando por cerrada la ruta.
Este tipo de recorrido pone en valor la importancia de estas sendas y corredores verdes para la Sierra Oeste y para el entorno metropolitano de Madrid. Aunque no se trata de alta montaña, estos caminos cumplen una función esencial como ejes de conexión entre espacios naturales, permitiendo unir la Casa de Campo, el Monte del Pilar, el Monte de Boadilla y los parques fluviales en un solo trazado continuo. Son infraestructuras verdes que conservan el uso histórico de antiguas veredas, caminos ganaderos y pasos tradicionales, y que hoy permiten una movilidad más sostenible y un conocimiento más real del territorio. Mantener estos corredores en buen estado es clave para que este paisaje periurbano siga siendo accesible y funcional.
La ruta terminó con la sensación de haber vuelto poco a poco al ritmo de la bicicleta, sin prisas, con un recorrido variado y coherente, y con la certeza de que todavía quedan muchas combinaciones posibles entre estos montes y corredores.
